jueves, 31 de mayo de 2012

CONVOCADA UNA MANIFESTACIÓN EN VALLADOLID EL MISMO DÍA DE LAS FUERZAS ARMADAS



La izquierda quiere amargarle al Rey su primer acto público tras el safari en Botsuana

               Cartel de la manifestación contra el gasto militar

José L. Lobo - Sígueme en http://www.elconfidencial.com/images/twitter.gif Twitter  30/05/2012   (06:00h)
El Rey reaparecerá públicamente este sábado, después de dos operaciones de cadera y 49 días de rehabilitación, para presidir en Valladolid el Día de las Fuerzas Armadas. Don Juan Carlos, que traspasó a su hijo, Felipe de Borbón, el trago amargo de la final de Copa, ha elegido para su regreso a la actividad tras el accidente en el safari de Botsuana un acto de perfil mucho más amable y, a priori, libre de sobresaltos, en una ciudad conservadora y ante un colectivo, el militar, de obligada lealtad. Sin embargo, la izquierda parece dispuesta a amargarle la vuelta al monarca.
IU, Equo, Ecologistas en Acción, el sindicato CGT y más de una veintena de formaciones de izquierda y plataformas ciudadanas de Castilla y León han convocado una manifestación el próximo sábado en Valladolid coincidiendo con la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, que será presidido por los Reyes y los Príncipes de Asturias. Será el primer acto oficial del jefe del Estado fuera de su residencia del palacio de La Zarzuela desde el pasado 8 de abril, cuando asistió en la catedral de Palma a la tradicional Misa de Pascua.
Bajo el lema Ni privilegios reales ni gastos militares, las organizaciones convocantes de la manifestación pretenden denunciar que "mientras se imponen reformas laborales, recortes en servicios sociales y en materias como educación o sanidad, las partidas que prácticamente no disminuyen son las de la Casa del Rey y el Ministerio de Defensa". Pese a todo, la edición de este año del Día de las Fuerzas Armadas será la más austera de la historia precisamente por culpa de la crisis: 200.000 euros de presupuesto, un 85% menos que en 2011.
Recorrido alternativo
Los manifestantes, eso sí, no lo tendrán fácil. El Ministerio del Interior y el Ayuntamiento de Valladolid han preparado para la ocasión un dispositivo de seguridad formado por más de 600 agentes del Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Municipal, además de los escoltas de la Casa del Rey y voluntarios de Protección Civil. El delegado del Gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano, ha pactado con los convocantes un recorrido alternativo para evitar posibles altercados.
El Rey, Doña Sofía, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, que viajarán en avión hasta la base aérea de Villanubla y desde allí por carretera hasta Valladolid, presidirán en la Plaza Mayor el acto de homenaje a la bandera y la ceremonia de recuerdo a los caídos en acto de servicio. Pero no habrá, como es tradicional, ni desfile militar ni recepción oficial posterior. Una versión low cost del Día de las Fuerzas Armadas impuesta por los recortes, la prolongada convalecencia de Don Juan Carlos y, tal vez, el deseo de La Zarzuela de devolver al monarca a una exposición pública gradual por la crisis que salpica a la Corona.
El Rey, que todavía camina con dificultad, debe, además, dosificar sus fuerzas. Sobre todo porque al día siguiente, domingo, inicia una visita de trabajo de dos días a Brasil, desde donde proseguirá viaje -hasta el miércoles 6- a Chile. En ambos destinos, con los que el jefe del Estado retoma su agenda internacional, y que servirán para reforzar las relaciones comerciales y preparar la próxima Cumbre Iberoamericana, Don Juan Carlos estará acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo.
            Fuente: http://www.elconfidencial.com

¿QUE ES MÁS IMPORTANTE LA IGLESIA QUE LOS CIUDADANOS?



La Iglesia recibe casi la misma cantidad que el tijeretazo en Educación y Sanidad

El 'Anuario de la Laicidad en España' asegura que la institución obtiene "entre 8.000 y 9.ooo millones" al año, procedentes de "partidas indirectas de carácter público"

PÚBLICO.ES / EFE MADRID 30/05/2012 19:12 Actualizado: 30/05/2012 20:27
 

El cardenal Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal. (Foto de archivo) EFE

Al debate, reabierto estos días, sobre si la Iglesia debería o no pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) por sus propiedades, se une la publicación, hoy, del estudio anual sobre la financiación pública de la institución. 
La Fundació Ferrer i Guàrdia, igual que hizo el año pasado, vuelve a denunciar, en su Anuario de la Laicidad en España 2012, "la opacidad" existente al respecto, ya que "la financiación pública de la Iglesia católica continúa siendo un concepto presupuestariamente difícil de detectar y aún permanece oculto detrás de partidas indirectas de carácter público".
Aun así, el informe de la fundación, que defiende "la laicidad, la tolerancia y el progreso" como los "tres valores esenciales en una sociedad moderna", estima que la institución católica recibe "entre 8.000 y 9.000 millones de euros al año". Es decir, casi el equivalente a la cantidad que el Gobierno de Mariano Rajoy asegura que se ahorrará este año con el tijeretazo en Educación y Sanidad (10.000 millones).
Dicha cantidad la obtienen de sumar, precisamente, "las exenciones tributarias, lo recibido por el IRPF, la financiación de los centros concertados, la obra social y el patrimonio, entre otros conceptos", especifica el documento.
Para Oriol Illa, presidente de la Fundación, la falta de transparencia en las cuentas eclesiásticas y las dificultades encontradas para obtener información sobre ellas, responden a "acuerdos concordatarios de inspiración preconstitucional". De hecho, en ellos se basan los grupos parlamentarios de PP, CiU y UPyD, que el pasado 23 de mayo evitaron que saliera adelante en el Congreso una iniciativa de Izquierda Plural para promover la autofinanciación de la Iglesia.  
Por otro lado, el informe también dedica un apartado a la visita del papa a Madrid para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). En esta ocasión, la jerarquía eclesiástica tampoco quiso dar detalles sobre el coste que el evento supondría al erario público. Simplemente se limitó a defenderse de las acusaciones asegurando que no iba a costar "ni un euro".
Además, el estudio considera que "no hubo un equilibrio" entre la "necesaria neutralidad que debe ejercer el poder político y la visibilidad que se mostró" durante los días que la comitiva vaticana estuvo en la capital.

El 80%, a favor de la laicidad del Estado

El Anuario de la Laicidad también recoge estudios de opinión de la población que demuestran, entre otras cuestiones, que el 80% de los ciudadanos españoles están a favor de la separación entre Iglesia y Estado.

Asimismo, constata que, aunque la mayoría se define como católico (un 73%), en realidad sus comportamientos no comparten los postulados de la institución. De hecho, los matrimonios civiles ya superan a los religiosos, el 67,7% aprueba la homosexualidad (el 53%, también el matrimonio entre personas del mismo sexo); el 54,8% no está de acuerdo con la postura eclesiástica sobre el aborto y un 36,8% apoya la eutanasia.

Entre los no católicos, un 34,8% son jóvenes. Por comunidades autónomas, Catalunya es la más anticlerical (el 80% de los matrimonios son civiles y sólo un 37% de los estudiantes eligen Religión como asignatura optativa), frente a Extremadura y Andalucía (con mayores tasas de matrimonios religiosos y de estudiantes de Religión, respectivamente).     
                                            Fuente: www.publico.es

domingo, 27 de mayo de 2012

LA PREPOTENCIA DE LA COMUNIDADES AUTONOMAS DEL PP Y CIU NOS ESTAN LLEVANDO AL CAOS COMO ESTADO DE DERECHO POR SUS MENTIRAS Y PREPOTENCIA




 "LO QUE NECESITA NUESTRO ESTADO AUTONÓMICO

Las dificultades económicas del presente con sus fallos y deficiencias no pueden poner en cuestión el logro del sistema autonómico, que ha protagonizado las importantes prestaciones del Estado Social y ha disminuido las distancias de la desigualdad entre los territorios españoles
 

ENRIQUE FLORES(Foto)
En la discusión actual sobre la crisis del Estado Autonómico , en la que todo el mundo se apresura a intervenir, sin duda hay más voces que argumentos y acecha como nunca el peligro del arbitrismo, entre la ocurrencia y el disparate.
Si se quiere proceder a un intercambio razonable de ideas lo primero sería excluir sencillamente las propuestas descabelladas. Me refiero a la propuesta de la rectificación del Estado, a su recentralización, en las diferentes variantes en que ello se ha planteado. Es necesario recordar que entre nosotros libertad significa descentralización y que en España la profundización de la democracia siempre ha conllevado el autogobierno territorial. Normalmente se citan al respecto las dos experiencias republicanas. Pero José Miguel Azaola señaló agudamente que durante la segunda época de la Restauración solo el golpe primorriverista impidió que Cataluña tuviese entonces también su autonomía, como perfeccionamiento de la Mancomunidad, “que hubiese inducido por dicho camino al resto de los territorios españoles”.
La recentralización tampoco tendría sentido como corrección de la generalización del Estado Autonómico, que Gumersindo Trujillo consideraba “irreversible”. La satisfacción política de los nacionalismos, si esto no constituyese un oximorón o la cuadratura del círculo, no puede justificar una diferencia institucional a favor de las llamadas nacionalidades históricas, que los demás componentes territoriales del Estado entenderían como un privilegio. La descentralización, desde los tiempos de Ortega, enfrentado con razón en esto a Azaña, no se justifica en términos identitarios, sino, también, o mejor más bien, en argumentos funcionales o de profundización de la democracia. Solé Tura apuntaba a lo impracticable del modelo dualista de la Segunda República. No hay más que ver, decía , “las tensiones que surgen cuando los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, exigen, como han exigido en todo momento, una cierta vuelta a este sistema a través de su condena constante a la fórmula despectiva del café para todos”. A mi juicio es tan clara la dimensión democrática de la descentralización, que una reforma profunda que la afectase seriamente, debería considerarse inconstitucional. Incluso sería discutible, por su alcance a la médula democrática del sistema, una rectificación en el máximo plano normativo.
Conviene advertir con todo que la generalización de la autonomía, que consideramos irrenunciable, no implica necesariamente la homogeneización absoluta entre las Comunidades Autónomas, ni en el plano competencial ni en el institucional. En efecto, la generalización de la autonomía tiene una correspondencia en estos dos niveles que merece alguna atención. ¿Tienen que tener todas las Comunidades Autónomas la misma autonomía o en la misma forma?. No necesariamente, pero a condición de que, aun con diferencias, estemos hablando de lo mismo, esto es, de la autonomía y no de una simple descentralización. Por lo que hace, en primer lugar, a la problemática de la igualdad competencial conviene apuntar dos observaciones. Primero que hubo un tiempo, inmediatamente después de la Constitución, en que las Comunidades Autónomas diferían, según fuesen las de la vía rápida o del artículo151CE, o la vía lenta, o del art. 143 CE. Estas, las de la vía lenta o de régimen ordinario, hubieron de dejar transcurrir los cinco años prescritos en la Constitución, a través del procedimiento de la transferencia del artículo 150.2 CE y después con la modificación estatutaria para asumir todas las competencias posibles. ¿Tendría sentido un retroceso competencial que devolviese al Estado autonómico a la situación del comienzo de su andadura? Parece dudoso. Las dificultades económicas del presente con sus fallos y deficiencias no pueden poner en cuestión el logro del sistema autonómico, que ha protagonizado las importantes prestaciones del Estado Social y ha disminuido las distancias de la desigualdad entre los territorios españoles. En segundo lugar, la devolución competencial sólo podría tener lugar mediante previa reforma de los Estatutos de Autonomía, que son las normas que dentro de las posibilidades constitucionales atribuyen las competencias a la Comunidades. Como puede comprenderse y ha señalado con lógica impecable el Tribunal Constitucional, las competencias son indisponibles y el ejercicio de las mismas es irrenunciable. Sería inconstitucional, por tanto, el desistimiento por parte de los poderes de la Comunidad Autónoma a las competencias asumidas estatutariamente.
Lo que necesita el sistema autonómico es la puesta en valor de los instrumentos jurídico constitucionales que el Estado tiene para garantizar la dirección de la política económica española
Muy ligado al plano competencial está el del nivel institucional, en el que precisamente se actúan las facultades y poderes de las Comunidades Autónomas. En este plano cabe pensar perfectamente en un despliegue institucional diferente, de modo que las previsiones estatutarias al respecto se entenderían con un sentido habilitador más que obligatorio. Así por ejemplo no tendrían por qué generalizarse las instituciones de tipo consultivo, o miniconsejos de Estado , o establecerse determinados organismos públicos o empresas de este carácter, aunque su provisión estuviera contemplada en los Estatutos.Tampoco exige la homogeneidad autonómica que las Comunidades Autónomas tengan el mismo número de parlamentarios en sus Asambleas legislativas o de consejeros de gobierno. Así cabrían diferencias en la duración de los periodos de sesiones, y en lo que se refiere a las retribuciones de los cargos públicos, puede optarse entre el sistema de dietas y el de sueldo fijo.
¿Cuál es con todo el principal defecto del Estado Autonómico en su devenir actual, que da razón de las demandas, algunas bien desorientadas, de su reconsideración?. Sin duda su tendencia centrífuga, esto es, la incapacidad que se atribuye al sistema territorial español de embridar las tensiones territoriales, y recuperar el momento de la unidad, que toda forma política, no importa su descentralización, ha de asegurar. El riesgo de nuestro sistema puede parecer que es el centralismo, en realidad lo es también, si no más, la dispersión, el señuelo del confederalismo.
Necesitaríamos una lectura federal del Estado autonómico que acreditase los títulos de la organización territorial española para asegurar verdaderamente la unidad política del Estado
Lo que necesita nuestro Estado, a mi juicio, es una lectura que comprenda la verdadera naturaleza de su descentralización. En 1963 un ilustre profesor alemán publicó un libro sobre su sistema territorial que tituló el Estado Unitario Federal y donde analizaba los instrumentos del Estado alemán por asegurar la unidad y eficiencia del modelo. Necesitaríamos nosotros también una lectura federal del Estado autonómico que acreditase los títulos de la organización territorial española para asegurar verdaderamente la unidad política del Estado.
Me atrevería a sugerir que la garantía de la unidad sobre todo económica de España, sin la que carecemos de credibilidad en la escena mundial y europea, depende de dos factores. Primero, de la aceptación del principio de la lealtad autonómica, que en su vertiente estatal debe estimular la cooperación con las Comunidades Autónomas y apostar por la mejora de la articulación con ellas , pero que tiene asimismo una vertiente territorial de manera que las Comunidades Autónomas no pueden negar al Estado la obligación que este asume con la Unión Europea. Sería absurdo que las Comunidades Autónomas debilitasen, en lugar de reforzar, la firmeza de la posición global de España en el tablero europeo. Pero en segundo lugar lo que necesita el sistema autonómico es la puesta en valor de los instrumentos jurídico constitucionales que el Estado tiene para garantizar la dirección de la política económica española. Estos instrumentos se reconocen en la Constitución como competencias en los ámbitos de mayor relieve, fundamentalmente en la ordenación y dirección general de la actividad económica en manos del poder central a quien corresponde la toma de las decisiones básicas. Las bases que la Constitución atribuye al Estado como medio de intervención fundamental, no consisten necesariamente, como taxativamente recordó la Sentencia del Estatuto Catalán, en el establecimiento de principios de ordenación de la materia respectiva, sino también en decisiones normativas, legales, reglamentarias o, incluso, concretas.
La conclusión que se extrae de todo lo anterior es la de que lo que nuestro Estado Autonómico requiere no es una rectificación, lo decía muy bien el profesor Santos Juliá, “para poner en su lugar no se sabe qué”, sino una recuperación de sus posibilidades, utilizando los mecanismos federales reforzadores de la unidad política del Estado.
Juan José Solozábal es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid.
                                                               Fuente: www.elpais.com

LA CUARTA PÁGINA


La política económica de la inseguridad

LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA. Cuanto más se desregulan y flexibilizan las relaciones laborales, con más rapidez pasamos de una sociedad del trabajo a otra de riesgos incalculables
  
EULOGIA MERLE
La consecuencia no deseada de la utopía neoliberal es una brasilización de Occidente: son notables las similitudes entre cómo se está conformando el trabajo remunerado en el llamado Primer Mundo y cómo es el del Tercer Mundo. La temporalidad y la fragilidad laborales, la discontinuidad y la informalidad están alcanzando a sociedades occidentales hasta ahora baluartes del pleno empleo y el Estado del bienestar. Así las cosas, en el núcleo duro de Occidente la estructura social está empezando a asemejarse a esa especie de colcha de retales que define la estructura del sur, de modo que el trabajo y la existencia de la gente se caracteriza ahora por la diversidad y la inseguridad.
En un país semiindustrializado como Brasil, los que dependen del salario de un trabajo a tiempo completo solo representan a una pequeña parte de la población activa; la mayoría se gana la vida en condiciones más precarias. Son viajantes de comercio, vendedores o artesanos al por menor, ofrecen toda clase de servicios personales o basculan entre diversos tipos de actividades, empleos o cursos de formación. Con la aparición de nuevas realidades en las llamadas economías altamente desarrolladas, la “multiactividad” nómada —hasta ahora casi exclusiva del mercado laboral femenino occidental— deja de ser una reliquia premoderna para convertirse rápidamente en una variante más del entorno laboral de las sociedades del trabajo, en las que están desapareciendo los puestos interesantes, muy cualificados, bien remunerados y a tiempo completo.
Quizá en este sentido las tendencias de Alemania, a pesar del éxito que se atribuye a su modelo, representen las de otras sociedades occidentales. Por una parte, Alemania disfruta de las mejores condiciones comerciales que ha tenido en muchos años. La principal economía europea es modélica por su forma de contener una crisis: tasas de interés bajas, flujo de capital entrante, aumento sostenido de la demanda mundial de sus productos, etc. Así, el desempleo en Alemania ha caído un 2,9%, y solo alcanza al 6,9% de la población activa.
Alemania es modélica por su forma de contener la crisis, pero el empleo precario crece demasiado
Por otra parte, se ha registrado un excesivo incremento del empleo precario. En la década de 1960 solo el 10% de los trabajadores pertenecía a ese grupo; en la de 1980 la cifra ya se situaba en un cuarto, y ahora es de alrededor de un tercio del total. Si los cambios continúan a este ritmo —y hay muchas razones para pensar que será así— en otros diez años solo la mitad de los trabajadores tendrá empleos a tiempo completo de larga duración, mientras que los de la otra mitad serán, por así decirlo, trabajos a la brasileña.
Bajo la superficie de la milagrosa maquinaria alemana se oculta esta expansión de la economía política de la inseguridad, enmarcando una nueva lucha por el poder entre actores políticos ligados a un territorio (Gobiernos, Parlamentos, sindicatos) y actores económicos sin ataduras territoriales (capitales, finanzas, flujos comerciales) que pugnan por un nuevo diferencial de poder. Así se tiene la fundada impresión de que los Estados solo pueden elegir entre dos opciones: o bien pagar, con un elevado desempleo, niveles de pobreza que no hacen más que incrementarse constantemente; o aceptar una pobreza espectacular (la de los “pobres con trabajo”), a cambio de un poco menos de desempleo.
El “trabajo para toda la vida” ha desaparecido. En consecuencia, el aumento del paro ya no puede explicarse aludiendo a crisis económicas cíclicas; se debe, más bien, a: 1) los éxitos del capitalismo tecnológicamente avanzado; y 2), la exportación de empleos hacia países de renta baja. El antiguo arsenal de políticas económicas no puede ofrecer resultados y, de una u otra manera, sobre todos los empleos remunerados pesa la amenaza de la sustitución.
De este modo, la política económica de la inseguridad está ante un efecto dominó. Factores que en los buenos tiempos solían complementarse y reforzarse mutuamente —el pleno empleo, las pensiones garantizadas, los elevados ingresos fiscales, la libertad para decidir políticas públicas— ahora se enfrentan a una serie de peligros en cadena. El empleo remunerado se está tornando precario; los cimientos del Estado de bienestar se derrumban; las historias vitales corrientes se desmenuzan; la pobreza de los ancianos es algo programado de antemano; y, con las arcas vacías, las autoridades locales no pueden asumir la demanda creciente de protección social.
La “flexibilidad del mercado laboral” es la nueva letanía política, que pone en guardia a las estrategias defensivas clásicas. Por doquier se pide más “flexibilidad” o, dicho de otro modo, que los empresarios puedan despedir más fácilmente a sus trabajadores. Flexibilidad también significa que el Estado y la economía trasladan los riesgos al individuo. Ahora los trabajos que se ofrecen son de corta duración y fácilmente anulables (es decir, “renovables”). Por último, flexibilidad también significa: “Anímate, tus capacidades y conocimientos están obsoletos y nadie puede decirte lo que tienes que aprender para que te necesiten en el futuro”. La posición un tanto contradictoria en la que se sitúan los Estados cuando insisten al mismo tiempo en la competitividad económica nacional y la globalización neoliberal (es decir, en el nacionalismo y la internacionalización) ha defraudado políticamente a quienes reivindicaban el derecho individual de los ciudadanos a la estabilidad laboral y a unos servicios sociales dignos.
Parte de la clase media ha sido devorada por la crisis del euro. Vamos hacia una inseguridad endémica
De todo ello resulta que cuanto más se desregulan y flexibilizan las relaciones laborales, con más rapidez pasamos de una sociedad del trabajo a otra de riesgos incalculables, tanto desde el punto de vista de las vidas de los individuos como del Estado y la política. En cualquier caso, una tendencia de futuro está clara: la mayoría de la gente, incluso de los estratos medios, aparentemente prósperos, verá que sus medios de vida y entorno existencial quedarán marcados por una inseguridad endémica. Parte de las clases medias han sido devoradas por la crisis del euro y cada vez hay más individuos que se ven obligados a actuar como "Yo y asociados" en el mercado de trabajo.
Mientras el capitalismo global disuelve en los países occidentales los valores esenciales de la sociedad del trabajo, se rompe un vínculo histórico entre capitalismo, Estado de bienestar y democracia. No nos equivoquemos: un capitalismo que no busque más que el beneficio, sin consideración alguna hacia los trabajadores, el Estado de bienestar y la democracia, es un capitalismo que renuncia a su propia legitimidad. La utopía neoliberal es una especie de analfabetismo democrático, porque el mercado no es su única justificación: por lo menos en el contexto europeo, es un sistema económico que solo resulta viable en su interacción con la seguridad, los derechos sociales, la libertad política y la democracia. Apostarlo todo al libre mercado es destruir, junto con la democracia, todo el comportamiento económico. Las turbulencias desatadas por la crisis del euro y las fricciones financieras mundiales solo son un anticipo de lo que nos espera: el adversario más poderoso del capitalismo es precisamente un capitalismo que solo busque la rentabilidad.
Lo que priva de su legitimidad al capitalismo tecnológicamente avanzado no es que derribe barreras nacionales y produzca cada vez más con menos mano de obra, sino que bloquee las iniciativas políticas conducentes a la conclusión de un pacto para la formación de un nuevo modelo social europeo. Cualquiera que hoy en día piense en el desempleo no debería quedarse atrapado en viejas querellas como las relativas al "mercado laboral secundario" o "los gastos salariales decrecientes". Lo que parece un derrumbe debe convertirse más bien en un periodo fundacional de nuevas ideas y modelos, en una época que abra las puertas al Estado transnacional, al impuesto europeo a las transacciones financieras y a la "utopía realista" de una Europa Social para los Trabajadores.
Ulrich Beck es sociólogo, profesor emérito de la Universidad de Múnich y profesor de la London School of Economics.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo
    Fuente: www.elpais.com