lunes, 18 de junio de 2012

LA GUERRA CIVIL EN EUSKADI



"Bilbao ha caído…"

Los días previos y la propia rendición de la capital se convirtieron en una nueva demostración de la valentía y del coraje de los gudaris del Ejército vasco
Eduardo Jauregi - Sábado, 16 de Junio de 2012 - Actualizado a las 05:39h - Bilbao
A las siete de la tarde del 16 junio de 1937, en la zona del Malmasín, en una edificación llamada la 'casa de máquinas' estalló un obús que destrozó uno de los fortines de defensa establecido por el batallón Otxandiano en las afuera de Bilbao. Así comienza la narración de lo hechos sobre la rendición de Bilbao de Francisco de Maidagan Irakulis, comisario de la Brigada nº 16 en aquel momento. Él y su hermano Matai fueron los que iniciaron los contactos con los rebeldes que amenazaban con arrasar Bilbao y que concluyeron con la capitulación de la villa -hace 75 años el próximo día 19-. El objetivo de la rendición fue salvar la vida de los ciudadanos y de los centenares de gudaris que permanecieron en la villa para evitar los desmanes y proteger y controlar el orden durante la evacuación hasta el último momento.




Tanto el testimonio de los hermanos Maidagan, informaciones de la presidencia del EBB del PNV y Gobierno vasco, como la documentación de otro importante intermediario en el conflicto, Juan de Larrazabal y Capestany, cónsul de Cuba y de los Estados Unidos de México en Bilbao y amigo íntimo del comandante franquista Aguilar, se conservan en el Archivo del Nacionalismo. Este conjunto documental nos permite conocer detalles inéditos de este capítulo de nuestra historia más reciente desde ambos lados del frente.
los últimos momentos Horas antes de la entrada de los fascistas en la villa, Bilbao vivía sus últimos momentos de libertad entre el cansancio de los gudaris, las deserciones de algunos, los desmanes de otros y los esfuerzos de los gudaris de batallones como el Otxandiano o el Gordexola por hacerse -como así fue- con el control y el orden en todo el centro (zona asegurada y de relativa tranquilidad). Por otro lado, los componentes de los batallones Kirikiño, Itxasalde e Itxarkundia, dando su vida en un esfuerzo sin precedentes, reconquistaron palmo a palmo posiciones en Artxanda que serían arrebatadas pocas horas después. Combates que sirvieron para retrasar el avance franquista y ayudar a las tareas de evacuación. Debido a la presión de las fuerzas enemigas, y en un último intento por humanizar la guerra, las autoridades vascas dejaron en libertad a los presos de derechas -políticos y militares- que se encontraban en la cárcel de Larrinaga. Con la protección necesaria fueron llevados al Alto de Santo Domingo donde fueron entregados a las fuerzas atacantes. Uno de aquellos presos, el comandante Aguilar, alegando problemas de salud, pidió ser trasladado al centro de Bilbao, a casa de su amigo el cónsul de Cuba, quedando bajo su protección.
El cerco sobre la villa se estrechaba a cada minuto con el fuego cruzado de las fuerzas enemigas desde Artxanda y la llegada de tropas a pie desde el alto de Kastrexana. Las llamadas al Gobierno de la República solicitando armas para la defensa de Bilbao eran acuciantes: Este ejército, aunque agotado y sujeto a una aviación y artillería potente en extremo, reacciona como hoy causando admiración a los extranjeros, pero si no recibe aquellos medios, sucumbirá con heroísmo. (Frases del telegrama enviado por Mariano Gamir Ulibarri, general en jefe del Ejército vasco a Indalecio Prieto, ministro de Defensa republicano, el 18 de junio de 1937).
Hacia las 9 de la mañana del sábado 19 de junio una nota de la jefatura del Ejército vasco ordenaba la inmediata evacuación de los mandos y oficiales que quedaban todavía en Bilbao, saliendo por el único camino posible: desde los astilleros de Euskalduna hacia Zorrotza. Sin embargo, la oficialidad del batallón Otxandiano, desobedeciendo el comunicado, decidió por unanimidad correr la misma suerte que sus hombres y permanecer en la villa de Bilbao.
Es entonces, en estos precisos momentos, cuando Matai Maidagan, teniente del batallón Otxandiano propuso la idea de visitar a Juan Larrazabal -cónsul de Cuba- para ver qué podría hacerse en caso de admitir una rendición de las fuerzas del Euzko Gudarostea, sitas en Bilbao. Los rumores que circulaban de que batallones de asturianos y santanderinos tenían la intención de saquear, incendiar y destruir Bilbao en el momento en que se produjera la retirada obligaban a actuar con rapidez. Hay que recordar que Matai Maidagan fue también el responsable absoluto de todo el parque móvil de la presidencia del Gobierno vasco, que tenía su sede en los Garajes de la casa Fiat (en la calle Urkijo), cuyo representante en Bilbao era Juan Larrazabal, médico odontólogo y cónsul. Maidagan y Larrazabal se conocían pues de meses atrás y les unía una gran amistad.
En casa de Larrazabal los hermanos Maidagan expusieron al cónsul de Cuba la situación de las fuerzas vascas y le solicitaron su intervención para obtener una entrevista con las fuerzas enemigas y concretar una capitulación honrosa, respetando las vidas de todos los gudaris, al menos de los que no eran mandos.
bajo el mando de aguilar Como ya se ha indicado antes, desde el día anterior, se encontraba en aquella casa el comandante del Ejército español Aguilar, amigo personal del cónsul. Una vez hechas las presentaciones, e informado de lo que se pretendía, el comandante Aguilar accedió a ser el intermediario entre Euzko Gudarostea y los mandos de las fuerzas enemigas y a tener una entrevista con la oficialidad vasca. Según una declaración de Rafael García Valiño en 1939, general de brigada franquista, Aguilar tomó el mando de las unidades vascas en representación de las autoridades del Ejército nacional y desde aquel momento dichas fuerzas pasaron a considerarse simbólicamente como fuerzas del Ejército nacional. Por su parte, el comandante y demás oficiales del batallón Otxandiano aceptaron también la entrevista con el comandante Aguilar.
A las nueve y media de la mañana del día 19 de junio de 1937 se celebró la reunión para establecer la rendición de la plaza de Bilbao en la planta baja de la sede de Euzko Gudarostea (Edificio entre la Gran Vía y Máximo Aguirre). Junto al comandante Aguilar estuvieron distintos mandos de los batallones Otxandiano e Itxasalde encabezados por sus comandantes Pio Maidagan y Victor de Erkiaga, respectivamente.
En aquella reunión se elaboraron dos notas iguales. Dos enlaces saldrían de Bilbao, uno por la zona de Zabala y Larraskitu y otro por Zorrotza hacia Kastrexana para llegar a la zona del Pagasarri (ermita de San Roque) donde se encontraba el entonces teniente coronel García Valiño, destinatario del documento de capitulación.
Las propuestas de rendición avaladas y firmadas por el comandante Aguilar venían a resumirse en:
1) Que las unidades marroquíes no pasarían por la villa de Bilbao camino a otros frentes. (Esta primera propuesta venía motivada por el gran temor que existía entre la población civil a las tropas africanas).
2) Que se respetarían las vidas y haciendas de los gudaris.
3) Que no se emplearía ninguna clase de violencia moral ni física contra la población civil ni contra los gudaris que defendían la villa.
4) Que los gudaris mantendrían su armamento hasta que las tropas de ocupación se adentraran en la villa y ellos estuvieran de retirada en sus respectivos cuarteles.
Pasadas dos horas Andrés de Ordorika -comandante intendente del batallón Itxasalde-, que había sido uno de los enlaces, trajo una nota firmada por el teniente coronel Valiño. En ella aceptaba las condiciones de rendición y no sólo se respetarían la vida y la hacienda de los gudaris, sino la de todos los jefes y oficiales destacados en la villa de Bilbao. No se pondría ningún obstáculo a la retirada de los gudaris hacia sus cuarteles. La única condición impuesta para entrar y hacerse cargo de la ciudad fue que se tenían que entregar ametralladoras y demás armas automáticas, antes de las tres de la tarde.
Inmediatamente se dieron las órdenes a los gudaris para que se fueran retirando hacia sus cuarteles a medida que entrasen las fuerzas enemigas. También se les dio instrucciones de inutilizar el armamento en dichos cuarteles. Seguidamente el comandante Aguilar y el comandante del batallón Itxasalde, en representación del Ejército vasco, se dirigieron al hotel Carlton para recibir al Estado Mayor de las fuerzas franquistas. Una vez en el Carlton, el teniente coronel Valiño, habiendo observado el orden y disciplina con que las fuerzas de Euzko Gudarostea habían actuado en tan difíciles circunstancias, no dudó en estrechar la mano de sus oponentes como "enemigos vencidos noblemente". Al mismo tiempo, declaraba que Franco tenía dispuesto que a todos los que espontáneamente se entregaran con armas y estuvieran libres de crímenes y delitos comunes les sería respetada la vida, y que nada tenían que temer. Pronto quedaría demostrado que estas palabras se las llevaría el viento… Culminó así uno de los episodios más dramáticos y relevantes de la guerra en Euskadi con el sacrificio de unos hombres que pusieron su vida al servicio de la ciudadanía, la civilidad, el orden y la salvaguarda de otras muchas vidas. Gudaris que prefirieron quedarse en Bilbao para impedir su destrucción y ayudar a otros a escapar de aquel infierno, sabiendo que -al igual que la villa- caerían en manos del enemigo. Las cárceles, las deportaciones o las ejecuciones serían el pago por tales servicios. Al día siguiente, el lendakari José Antonio Aguirre envió un telegrama a Juan Negrín e Indalecio Prieto, presidente y ministro de Defensa del Gobierno de la Republica, respectivamente, en el que manifestaba: "Bilbao ha caído. Con este sacrificio del pueblo vasco, aislado, deshecho, emigrando en masa, preséntase problema grandísimo (gravísimo) en Norte peninsular que debe hacer recapacitar seriamente Gobierno republicano, pues avance enemigo supondría tragedia jamás conocida. Hemos cumplido con nuestro deber, pero tenemos derecho a impedir el exterminio de nuestro pueblo (…)".
                    Fuente: http://www.deia.com

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