lunes, 27 de agosto de 2012

“FETICHE SACROSANTO QUE PP Y PSOE CONSAGRARON EN LA CONSTITUCIÓN, CONVIRTIÉNDONOS EN EL PAÍS DE EUROPA QUE ANTEPONE CONSTITUCIONALMENTE PAGAR NUESTROS IMPUESTOS LAS DEUDAS CON LOS BANCOS Y LAS FINANCIACIONES INTERNACIONALES-EL 1%-, CUSANTE DE LA CRISIS ACTUAL, ANTES QUE PAGAR LA EDUCACIÓN, LA SANIDAD O LOS SERVICIOS SOCIALES PARA TODOS –EL 99%-”


Talibanes fanáticos del neoliberalismo

Artículos de Opinión | Enrique Javier Díez Gutiérrez * | 26-08-2012 | 

Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) demuestran que los recortes y reformas del PP están empujando el paro en España hasta un máximo histórico, un nivel desconocido hasta la fecha. El 24,63% de quienes están en edad de trabajar en España no lo hacen, es decir, uno de cada cuatro. Y más de la mitad de los jóvenes menores de 25 años están en paro. 1.737.600 hogares tienen a todos sus miembros activos en el paro, para quienes las expectativas laborales son desgraciadamente muy escasas, a lo que se unirá la brutal subida de impuestos: IVA, copago farmacéutico, eliminación de becas y ayudas, etc., así como recortes laborales.
Es un porcentaje nunca visto desde que empezó a medirse el desempleo. La cifra es todavía más brutal en números absolutos: 5.693.100 de personas en nuestro país están paradas. En la mejor época del estacional mercado laboral español se ha destruido empleo. Otro récord negativo que se bate, como el del trimestre anterior, y como el del anterior.
Mientras, el Fondo Monetario Internacional prevé que la economía española caerá el doble en 2013 por culpa del impacto negativo que tendrá el plan de recortes de 65.000 millones de euros aprobado este mes por el Gobierno de Mariano Rajoy y exige otro aumento del IVA en 2014, animando a usar con las comunidades autónomas "el palo" de la intervención para recortar aún más en educación, sanidad y servicios públicos con el fin de evitar así desvíos del déficit (fetiche sacrosanto que PP y PSOE consagraron en la Constitución, convirtiéndonos en el país de Europa que antepone constitucionalmente pagar con nuestros impuestos las deudas con los bancos y las financieras internacionales –el 1%-, causantes de la crisis actual, antes que pagar la educación, la sanidad o los servicios sociales para todos y todas –el 99%-).
Ni el rescate del sector bancario y financiero con cientos de miles de millones de nuestros impuestos, ni el mayor plan de recortes de la democracia han conseguido convencer ni “calmar a los mercados” que siguen aumentando la prima de riesgo. Como remate, uno de los pocos organismos que hasta ahora tenía una previsión positiva, el Fondo Monetario Internacional (FMI), rectifica y prevé ahora que la economía española se desplome aún más en 2013 y que la deuda pública seguirá subiendo, al 90,3% este año y al 96,5% el próximo, sin saber dónde estará el techo.
Pero no importa. No hay desastre, ni paro suficiente, ni desplome de la economía bastante, que quiebre la inquebrantable fe en el dogma neoliberal.
Siempre alegan que, más adelante, en un próximo futuro, con mayor énfasis en la aplicación de sus doctrinas, se conseguirá el paraíso. Y a nadie parece sorprender el hecho de que basen sus apuestas económicas en promesas futuras de que se cumplirán. Nos exigen una fe inquebrantable, a prueba de los hechos que demuestran, una y otra vez, que nunca se cumplen sus afirmaciones. Y no hay “mito” más extraordinario de la ciencia económica: es difícil encontrar otro caso donde los hechos contradicen tanto un dogma. Estas políticas no son erróneas, afirman, sino que simplemente no se han aplicado el tiempo suficiente o con la energía suficiente.
La arrogancia, la altanería y la insolencia de este “nuevo evangelio” se extienden con tal intensidad que se está convirtiendo en una especie de dogmatismo fanático moderno. Esta ideología prácticamente ha dejado de necesitar justificación. El sistema neoliberal ha adquirido una especie aura sagrada, acabando por reinar en la realidad y en las conciencias de la mayoría de las gentes y se invoca para justificar cualquier cosa, desde bajar los impuestos de las grandes fortunas y dejar de lado las normas ambientales hasta desmantelar la enseñanza pública y los programas de prestaciones sociales.
Este discurso es retomado y reproducido por los principales medios de información económica, –The Wall Street Journal, Financial Times, The Economist, etc.-, propiedad, con frecuencia, de grandes grupos industriales o financieros. Un poco más tarde, las Facultades de Ciencias Económicas, periodistas, ensayistas, personalidades de la política..., retoman las principales consignas de éstas nuevas tablas de la ley y, a través de su reflejo en los grandes medios de comunicación de masas, las repiten hasta la saciedad. Sabiendo con certeza que, en nuestras sociedades mediáticas, repetición equivale a demostración. La repetición constante en todos los medios de comunicación de este catecismo por casi todos los políticos y políticas, tanto de derecha como de izquierda socialdemócrata, le confiere una tal carga de intimidación que ahoga toda tentativa de reflexión libre, y convierte en extremadamente difícil la resistencia contra este nuevo oscurantismo.
Al final, como conversos que son a la nueva fe, no ofrecen ni pueden ofrecer una defensa empírica del mundo que están construyendo. Por el contrario, ofrecen, o más bien exigen, una fe religiosa en la infalibilidad del mercado no regulado.
La baza definitiva de quienes defienden el neoliberalismo consiste, no obstante, en decirnos una y otra vez que no hay alternativas racionales y viables dignas de consideración, que “otro mundo no es posible”, que éste es el mejor (o el único) de los mundos posibles. Puede que sea imperfecto, dicen, pero es el único sistema viable en un mundo gobernado por los mercados globales y una intensa competición. Este dogmatismo paraliza el entendimiento y la ausencia de alternativas paraliza la acción. En la conciencia colectiva se instala la tesis de la futilidad e impotencia del empeño humano individual o colectivo, pues nada se puede cambiar.
Por eso la lucha de muchos grupos y personas desfavorecidas está siendo por la inclusión en dicho sistema, ya no para cambiar el sistema. Es el nuevo orden hegemónico que impone el “pensamiento único” silencia cualquier disidencia acusándola de practicar o alentar el “terrorismo”.
La eficiencia de este sistema reposa fundamentalmente en el proceso de interiorización colectiva que asume ampliamente la lógica del sistema, que se adhiere “libremente” a lo que se le induce a creer. Terminamos actuando de común acuerdo sin tener necesidad de ponernos de acuerdo. Qué otra opción cabe que pagar antes a los banqueros causantes de nuestra ruina aunque para ello tengamos que cerrar plantas en los hospitales públicos o privatizar centros de educación infantil. Nuestra “comunión” con las ideas dominantes hace inútil la conspiración.
* Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Universidad de León

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