La humedad ha
destruido todos los mensajes excepto uno, el de Ramón Gandía, de quien se
buscan descendientes
27.10.12
- 00:37 -
MARINA
COSTA | PATERNA
Un
momento de la exhumación de varios de los 12 cuerpos, en la fosa. / Grupo
Paleolab
DATOS
Posición.
Los cuerpos
exhumados en la fosa colectiva se han encontrado en tres niveles, con cuatro
esqueletos en cada uno. No era lo habitual pero han aparecido en ataúdes y con
botellas de diferente tipología. Un cuerpo mide 1,80 centímetros, la misma
altura que José Celda.
Resultados.
Los análisis
de ADN tardarán dos meses.
Doce
cuerpos enterrados en ataúdes de madera, con pequeñas botellas de cristal
colocadas junto a cada uno con un último mensaje en su interior: el nombre. La
búsqueda de José Celda en la fosa del 14 de septiembre de 1940 del cementerio
municipal de Paterna ha dado con 12 de los 39 fusilados de Massamagrell, la
última saca que se depositó en este lugar.
Una
minuciosa investigación desarrollada por antropólogos y arqueólogos forenses no
sólo ha confirmado que los datos orales que aportaban los descendientes de
Celda eran ciertos, sino que todos los de aquella saca se enterraron de la
misma manera, con esa pequeña botella de cristal que los familiares aportaban
en las puertas del cementerio cuando llegaban los suyos para poder
identificarlos. La voluntad «de aquellas esposas, hermanos e hijos de recuperar
un día lo que enterraban esa noche» está a punto de cumplirse 72 años después.
Desgraciadamente
el papel que había en el interior de cada botella ha desaparecido. El material es
ilegible. Los estragos del tiempo y la humedad al abrirse los tapones han
desecho por completo la última voluntad de las familias. De todas, excepto un
caso.
La
excepción
El
nombre de Ramón Gandía Belda ha podido leerse en un pequeño trozo de estos
papeles extraído de su botella, tras ser sometido a un costoso tratamiento de
recuperación (todos los recipientes están almacenados en cámaras de atmósfera
controlada).
Encontrar
este nombre «ha sido importantísimo porque gracias a este joven sabemos que
esos son sus compañeros», explicó ayer Matías Alonso, del Grupo para la
Recuperación de la Memoria Histórica. Pero la voluntad de las familias sí se
podrá cumplir gracias a las pruebas de ADN, que serán las que devuelvan la
identidad a cada uno de los cuerpos. Ahora sólo falta que aparezcan los
descendientes.
El
caso de Josefa Celda ha llegado a oídos de otras familias de Massamagrell que
ya se han realizado las pruebas. «Hay cuatro familias pero hacemos un
llamamiento a todas aquellas que puedan tener a alguna persona aquí para que se
pongan en contacto con nosotros porque cuando termine el estudio la fosa
volverá a cerrarse de nuevo». Amparo Pérez Buenaventura busca a su abuelo,
Rafael Buenaventura. «Nos hemos hecho las pruebas para el ADN y, si lo
encontramos, lo enterraremos en Massamagrell con su familia», contaba su nieta.
Teresa
Castellar también se hará las pruebas en breve para contrastar su mapa genético
con los restos aparecidos en busca de su tío Bautista Devís. «Murió con 20 años
y si aparece lo podremos enterrar con sus padres. Lo que nuestras madres no
pudieron hacer, lo hemos podido conseguir nosotros y es una satisfacción
enorme», contaba Bautista, su sobrino. La que ayer estaba «tremendamente feliz»
era Josefa Celda, hija del represaliado buscado y gestora de un largo proceso
que ha durado más de dos años.
«Mi
padre iba a las riberas a segar arroz y yo lo acompañé en uno de esos viajes.
Cuando regresó, lo acusaron de varios crímenes. Yo era una niña, no pude
defenderle. La víspera de su ejecución fuimos a la cárcel y nos dijo que
fuéramos con la cabeza bien alta, que no había hecho mal a nadie y que no lo
olvidáramos. Hoy si me está viendo, estará orgulloso de mi».
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