La izquierda y la segunda
transición
El bipartidismo PP/PSOE ha fracasado en la gestión de la transición. La
izquierda tiene alternativas válidas en lo social, en lo económico y en lo
democrático. En lo territorial, ante la posible secesión de Catalunya, debe
apostar por una separación amistosa
23/11/2012
18:02 Actualizado: 23/11/2012 18:16
Josep Ferrer
Llop
Exrector Universitat Politècnica de Catalunya
Exrector Universitat Politècnica de Catalunya
La
transición abordó, entre otros, tres grandes retos: la regeneración
democrática, el desarrollo económico y la vertebración
territorial. Parece que ya es hora de hacer balance, y ninguno de los tres
sale bien parado. Seguimos con grandes déficits democráticos, desde la memoria
histórica hasta la corrupción, pasando por los órganos superiores de la
justicia o los medios de comunicación. La crisis económica ha puesto de
manifiesto las debilidades de nuestro desarrollo económico. Y el modelo
autonómico se enfrenta a fuertes tensiones, tanto centralizadoras como
disgregadoras.
Un PP rancio
y un PSOE cómplice, o por lo menos tibio, nos han llevado donde estamos
Las causas
de este triste balance son múltiples, pero no se puede negarr la gran
responsabilidad de los partidos mayoritarios gobernantes. Un PP rancio y un
PSOE cómplice, o por lo menos tibio, nos han llevado donde estamos. El déficit
democrático hay que cargarlo mayormente en el debe del PP, si bien cabía
esperar actitudes más firmes por la otra parte. En lo económico hay para todos:
privatizaciones, burbujas, fiscalidad, etc., acompañadas de una retahíla de frases
célebres por ambos lados (el que no se hace rico es porque no quiere; tenemos
el sistema bancario más sólido de Europa; hemos adelantado a Italia y ahora
vamos a por Francia;,...). Y en lo territorial también la lista es larga: desde
los intentos de LOAPA, hasta el desprecio por el plan Ibarretxe o el
"cepillado" del estatuto catalán.
El país
necesita una segunda transición que reconozca los enormes déficits de la
primera
El país
necesita una segunda transición que reconozca los enormes déficits de la primera
(en otro tiempo tan loada) y aborde esos tres ejes desde ópticas renovadas.
Difícilmente puede hacerlo la derecha, secularmente abducida por una oligarquía
alejada de esas clases conservadoras y burguesas usuales en otros puntos de
Europa. Las patronales, la FAES, la cúpula eclesiástica, la caverna mediática,
etc. hacen imposible cualquier giro. Por su parte, el PSOE se desinfla
desconcertado en el doble frente económico y territorial. En el primero refleja
la desorientación de la socialdemocracia europea: sin pacto social posible ante
la voracidad de la derecha, se ha quedado sin papel que jugar. En lo
territorial poco crédito despierta su súbitamente renacido federalismo.
La izquierda
es quien puede asumir la responsabilidad de liderar esta segunda transición.
Aunque no estamos libres de culpa, no hemos organizado el GAL ni la Gürtel, no
hemos apoyado las sucesivas reformas laborales ni la reciente reforma
constitucional. Tenemos propuestas y programa para la regeneración democrática
y para la revitalización económica en beneficio de las clases explotadas. Pero
nos falta una posición clara y decidida ante el estallido soberanista catalán.
El pueblo
catalán se ha sentido reiteradamente agredido en lo cultural y en lo económico
Si las
elecciones del 25N confirman esta tendencia, no debemos caer en diagnósticos
simplistas como egoísmos insolidarios despertados por la crisis, o
alucinaciones colectivas orquestadas por CiU. Debemos partir del reconocimiento
de que el pueblo catalán se ha sentido reiteradamente agredido en lo cultural y
en lo económico, y de que ha visto frustrados sus intentos de convivencia: la
vía autonomista de Pujol, la federalista de Maragall, el pacto fiscal de Mas. Y
ha dicho basta.
Hemos
llegado al punto de no retorno hacia la separación, máxime cuando la respuesta
del gobierno central es más de lo mismo: amenazas, calumnias,... La izquierda
debe desmarcarse de ese tipo de reacciones, partiendo de la base de que el
pueblo catalán tiene derecho a separarse y tiene razones para hacerlo. Si hay
culpables, hay que buscarlos más bien en el centralismo ultramontano y en la
tibieza federalista.
La izquierda
debe aceptar con naturalidad que se celebre un referéndum
La izquierda
debe centrar sus esfuerzos en cómo gestionar la secesión con el menor daño
posible, especialmente para las clases populares. Debemos minimizar los costes
económicos y repartirlos con ecuanimidad. Debemos mantener y reforzar la
cooperación y las relaciones comerciales. Y sobre todo debemos salvaguardar las
relaciones humanas y sociales. En suma, debemos liderar una separación amistosa
y solidaria.
Tras la
secesión, el corredor del Mediterráneo debe seguir siendo una prioridad
compartida y el castellano debe seguir siendo hablado y enseñado en Catalunya.
Tras la secesión, la frontera debe ser una línea sólo visible en los mapas
y cualquier habitante de ambos estados debe seguir sintiéndose acogido en toda
localidad peninsular o insular.
La izquierda
debe aceptar con naturalidad que se celebre un referéndum y que se aplique su veredicto,
sin amenazas ni venganzas. Aceptado el nuevo statu quo, el debate se centra sin
ambages en la lucha contra las recetas neoliberales y contra las políticas
sociales regresivas. Ese el terreno donde la izquierda puede plantar cara. Y
ahí volverán a coincidir las clases oprimidas de ambos lados.
Fuente: www.publico.es
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