La justicia y las tasas judiciales en la época Gallardón de la “dictadura
democrática”. Caída de caretas!! Desregulación del Estado de Derecho, caos,
neoliberalismo fascista?
Artículos de
Opinión | Joan Martí | 25-11-2012 |
(A José
Palazón que me inspira y a Pura que me lo pidió)
Con el verbo
vitriólico que nos cautiva, dice mi querido José Palazón, abogado como quien
suscribe y procurador con muchos años de ejercicio que: “La mayor parte de la
gente no lo sabe, no lo puede saber, pero el derecho es la base de la
civilización hasta el punto que cuando disminuye su imperio, la selva, el
dominio de lo salvaje se acerca un poco más. Nos creemos civilizados porque
apretamos un interruptor y se enciende la luz o el televisor y no es así,
estábamos civilizados porque si alguien invadía mis derechos yo podía
defenderlos ante los tribunales, es esta posibilidad de defensa ante los
atropellos ajenos lo que representaba nuestra civilidad, la más grande de las
conquistas del hombre, lo que nos atribuyó la condición de ciudadanos. Y éste,
no me cansaré de denunciarlo, es el peor ataque que se nos está haciendo. Lo
peor no es que se nos suban los impuestos igualitariamente sin criterios de
proporcionalidad, esto es perverso, pero que tú no puedas defenderte
judicialmente de ninguna manera ante este canallesco ataque o cualquier otro
que esta gente se saque de la manga, éste es el ataque más importante, el
definitivo. Por eso yo digo que el Derecho es el quicio de la puerta sobre el
que gira todo. Y el Derecho, estos canallescos impostores, estos trileros, nos
lo han arrebatado definitivamente no ya sólo suprimiendo el acceso a la
justicia de oficio o gratuita en cuanto a la asistencia de letrado sino
reinstaurando las llamadas tasas judiciales que no es otra cosa que el pago de
una cantidad cada vez que le pidas a la Administración de Justicia el más
mínimo servicio. La justicia en España ha dejado de existir, se ha convertido
en un simulacro. Los filósofos de la más recia estirpe libertaria ya nos
dijeron siempre que la justicia, la Administración de justicia, que nació para
defender a los débiles frente a los abusos de los poderosos, invirtió pronto
los papeles y se convirtió en el instrumento más útil de éstos para machacar a
aquéllos”. Si lo sabrá él.
Todo ello lo
suscribo de la cruz a la raya. Pero hay más. Mucho se está diciendo estos días
sobre la iniquidad de las tasas judiciales y el abuso fraudulento del poder por
parte del PP y sobre su empecinamiento en perpetrar una tropelía legal detrás
de otra contra los ciudadanos a quienes teóricamente representa. Una simple
lectura de la reciente ley
de tasas judiciales (<<< clicar en el enlace para ver o bajar)
permite ver que se trata de hacernos pagar de forma aberrante precios abusivos
por unos servicios que, por su propia naturaleza, debe prestar el Estado y ser
gratuitos. Fin recaudatorio?, fin disuasorio de uso del servicio? Cada lector
puede ver los “precios” y sacar sus conclusiones, si logra superar el estado de
sock.. Ya es un lugar común decir que recurrir una simple multa puede resultar
en un gasto superior al triple de la multa, y no incidiré en eso por ser tan
evidente; remito simplemente a su lectura.
Yendo al
fondo de la cuestión, siempre he defendido la teoría, tan dialéctica como
empírica, de que la justicia no es ni más ni menos que la formulación literaria
que permite el dominio de unas clases, sectores o grupos sociales, -según la
época-, sobre los otros. Y esta idea explica qué está pasando con las tasas
judiciales.
La justicia,
cuando nace en el derecho romano, es instrumento para resolver los litigios de
los patricios entre sí; no pleitean los esclavos o los plebeyos entre ellos y
mucho menos contra los señores. Y es el Pretor quien, ejerciendo de
representante del Poder, del Imperio o de la República, te concede la acción
contra tu deudor en reivindicación de un fundo, un semoviente o un esclavo,
existe el derecho de vida o muerte sobre el deudor y la prisión por deudas, y
aparecen el rito del foro y la facultad de postulación, como estudiamos en el
Derecho Romano. En la edad media prosigue la evolución con un derecho de fueros
y leyes fragmentadas y de ámbito territorial feudal. Entonces pleitean los
señores entre sí o contra el Rey, (si tienen el apoyo de otro Rey) por tierras,
derechos sucesorios, castillos o títulos nobiliarios, y los procuradores y las
audiencias no son otra cosa que parte del nuevo ritual, los tribunales ejercen
el poder delegado del Soberano, quien a su vez lo recibe de Dios, según se
acepta por todos. Sólo con la aparición del mercantilismo surge la codificación
civil y penal y comienza a esbozarse el incipiente Estado de Derecho para
todos, -señores, burgueses, mercaderes, campesinos-, en paralelo al nacimientos
del hipotético derecho de defensa del ciudadano frente a las iniquidades del
Poder, ahora representado por el Estado, y contra sus convecinos en defensa de
sus intereses, principalmente económicos (tierras, dotes, préstamos,
aparcerías). Sólo en paralelo a la aparición en el siglo pasado del embrión del
Estado Social se desarrolla el Derecho, produciéndose la simbiosis del Estado
Social y de Derecho, que se dice; una pura entelequia, si lo que se pretende es
la justicia social y no la justicia como idea abstracta, porque la justicia
social no existió ni cuando la acción procesal la otorgaba el Pretor romano ni
cuando provenía del Rey, ni ahora que proviene del Estado; la justicia como
idea abstracta es precisamente la superchería teórica que esconde la negación de
la justicia social, porque se basa en la aplicación de un derecho positivo que
promulgan quienes detentan el poder social que transmutan en poder político y,
a la postre, en poder coactivo servido por jueces y policía, y, a veces, en
casos extremos, por el mismo ejército.
En la época
Gallardón, -época actual de caída de caretas-, lo que sucede es que el partido
político que ha subido al poder, el PP, el suyo, no tiene ya rubor alguno en
proclamar su liberalismo económico más salvaje, (para eso obtuvieron la mayoría
absoluta, dicen), ni en decidir los recortes sociales más injustos, ni, en
definitiva, en desmantelar el Estado Social conquistado en España y en la
llamada Europa desde la década de los 40 del siglo pasado hasta la primera del
presente. Estos tipos, con su mayoría absoluta, -dicen- ya no tienen necesidad
de fingir y al tiempo que justifican los recortes sociales detraen el dinero de
todos de los presupuestos del Estado para nutrir los beneficios de los bancos,
legislando sin disimulo ni empacho a favor de los sectores sociales más
poderosos (quienes les pagan las campañas electorales, quienes les ponen en el
poder) en detrimento de lo pobres. Y así la idea de la solidaridad y la
justicia social desaparece para estos tipos; tal idea simplemente les produce
repugnancia. El corolario es que, si ideológicamente abominan de la justicia
social, carece de sentido mantener la superchería de la justicia como idea
filosófica, porque a estos tipos la mayoría parlamentaria les endiosa y atonta
el entendimiento. Entonces, para estos avispados, ahora demócratas que nunca
las vieron tan gordas y que ya no necesitan fingir, la “justicia” pasa a
integrase en su esquema político como un bien o servicio de mercado. Ya los
abogados y procuradores eran un servicio mercantilizado, -con la loable
excepción del turno de la justicia gratuita-, pero ahora es el propio Estado,
titular de la Justicia, el que pasa a privatizarse, y por tanto corresponde
privatizar éste, su servicio de “justicia”, en el ámbito del mercado. Caretas
fuera!!; primero se lamina la justicia gratuita y se deja de pagar en todas las
autonomías a los abogados y procuradores del turno de oficio que están
prestando la justicia gratuita y a renglón seguido se imponen unas tasas
estatales aberrantes, de modo que sólo puede acceder a la justicia quien puede
pagarla. Después seguirán la policía privada, las cárceles privadas modelo USA
y otros notables inventos del sistema.
Lo más
desconcertante (y confieso que ahí me había equivocado totalmente en mi
previsión) es que esta tropelía la está llevando a cabo nominalmente el tal
Gallardón. El sorprendente mérito de este tipo, que maravilla a politólogos y
sociólogos, es el haber conseguido por una vez la unanimidad absoluta de
jueces, fiscales, abogados, procuradores y ciudadanos, incluso votantes del PP,
en torno a la idea de que esta ley de tasas judiciales es aberrante y absurda.
Quién lo iba a decir; justo el que aparecía como la imagen más amable de la
derecha moderada, el jurista, el comedido, el valido del grupo Prisa, el
melómano, el sensible... Dios mío, cuando suelten a los otros!!!
Realmente
este gobierno comienza a ser una plaga de dimensión bíblica… Esto es el caos…
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