«Debería
darnos vergüenza»
Garantizar la correcta
nutrición de los niños debe ser una prioridad y responsabilidad de la
Administración pública
Sábado, 8 de junio del 2013
¿Cómo
puede ser ni siquiera que preguntemos algo así en Catalunya el año 2013?
¿Debería la Generalitat garantizar tres comidas diarias para los niños en
riesgo de exclusión como en Andalucía?, hemos preguntado esta semana en EL
PERIÓDICO y así, respondiendo a la pregunta con otra pregunta, nos respondieron
muchos lectores. ¿Cabe en la cabeza que ni siquiera nos planteemos este tema?
¿Qué ha sucedido para que nos veamos en esta tesitura? O, en palabras de Manel
Braso, de Barcelona: «Debería darnos vergüenza. Para un país como Catalunya es
una vergüenza que haya niños que pasen hambre».
Comedor
del CEIP Josep Boada, en Barcelona. ALBERT BERTRAN
Información
publicada en la página 30 de la sección de cv Sociedad de la
edición impresa del día 07 de junio de 2013 VER ARCHIVO (.PDF)
Vergüenza.
Palabra recurrente entre muchos de los lectores que participaron en el debate.
Vergüenza de que, como este diario lleva denunciando durante toda la semana,
miles de niños en toda Catalunya (2.865 solo en Barcelona) tengan carencias
graves en su alimentación. Vergüenza de que la respuesta de las
administraciones sea pasarse la pelota mutuamente: del Govern a los
ayuntamientos, de los ayuntamientos al Govern, del Govern al Gobierno, del Gobierno
al limbo. Vergüenza (pero también orgullo y agradecimiento) de que, como
siempre, sean las entidades sociales (los casals de dia, los esplais)
las que, a pesar de sus graves estrecheces económicas, acaben cubriendo un
trabajo que es responsabilidad de las administraciones públicas. «El país que
no atiende lo suficiente a sus niños y a sus mayores tiene un grave problema»,
sentencia Ferran Martínez, de Barcelona. «Nadie tiene que pasar hambre, que
estamos en el siglo XXI», se indigna Dolores Alonso, de Rubí.
CLASE
MEDIA EMPOBRECIDA La ecuación es conocida y, por tanto, no puede hablarse
de un problema que haya surgido de repente. Desde el 2010, la tasa de pobreza
infantil en Catalunya se sitúa alrededor del 24%. En este tiempo el azote del
paro ha golpeado con dureza a la sociedad española y catalana. Miles de
familias sobreviven con todos sus miembros sin trabajo. El importe para las
becas comedor se reduce. Los subsidios se agotan. Y surge una nueva realidad,
cuya magnitud aún no está cuantificada: las clases medias empobrecidas, en
palabras del sociólogo Xavier Martínez Celorrio. Las escuelas llevan tiempo
alertando de lo que sucede, detectando al niño que no desayuna en casa, al que
no cena con regularidad. Pero las escuelas cierran y el verano se antoja largo.
«Es
vergonzoso -de nuevo, la vergüenza, esta vez en boca de Santos Franco, de
Granollers- que con todo el dinero que se ha despilfarrado no se encuentre una
partida para garantizar la nutrición de los niños pobres». Porque de la misma
forma que es cierto que el problema no es de hambre infantil sino de
malnutrición, también lo es que Catalunya de repente no se ha convertido en un
país sin dinero, subdesarrollado. Se trata, como denunció la oposición ante el president,
Artur Mas, en el Parlament, de prioridades, de opciones, de decidir a qué
se dedica el dinero disponible. «La Generalitat, con mis impuestos, debería
garantizar la alimentación de los niños cuyos padres no pueden garantizarla»,
escribe Diego Recio. «Si en esta sociedad no somos capaces de asegurar la
alimentación de los niños y ancianos, significa que hemos fracasado, y que hay
que empezar de nuevo a plantear las prioridades. Ni Constitución ni gobiernos
ni nada tiene sentido si no somos capaces de luchar contra el hambre», dice
Jordi Mula, de Barcelona.
DESMANTELAMIENTO
«No solo tres comidas diarias, sino que cualquier cosa que tenga que ver
con la educación, vestuario, formación y ocio de los niños debe estar
garantizados. Si no son capaces de cumplir esto, los políticos deberían ser rechazados»
abre el foco del debate Manuel Gar, de Barcelona. Porque es imposible
desvincular la conversación sobre la malnutrición de los niños del debate más
general de lo que es percibido por muchos ciudadanos como el desmantelamiento
progresivo del Estado del bienestar y de las redes de seguridad social justo
cuando más necesarias son. «No solo los niños; todo el mundo debería tener
aseguradas tres comidas al día», escribe Eva Sánchez, de Barcelona.
Lo
cual no quita que, cuando hablamos de niños, las situaciones dramáticas duelan
más. O, como dice la lectora Ana Martínez, de Gavà: «Más subvenciones para que
los niños puedan comer y menos carreteras que no llevan a ningún sitio, menos
AVE y menos aeropuertos que solo han servido para hacer ricos a unos pocos.
Debe de ser durísimo no poder dar de comer a tus hijos».
Fuente:
www.elperiodico.com
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