Artículos de Opinión | Carlos Taibo | 16-06-2013 |
Coloqué
días atrás en la Red un comentario en el que en sustancia señalaba que no veía
mayor sentido a la proliferación de foros, plataformas y constituyentes que se
ha hecho valer en los últimos meses. A mi entender —agregaba— nuestros
problemas y expectativas encuentran un cauce adecuado de expresión de la mano
de tres instancias ya consolidadas: las asambleas populares del 15-M —o muchas
de ellas—, el sindicalismo alternativo y los movimientos sociales que no han
sido absorbidos por el sistema. Si alguien siente la tentación de apostillar
que hay que mejorar, y mucho, en la coordinación de las tres instancias
mencionadas, le daré, claro, toda la razón.
Una
de las personas que terció en el foro que siguió a mi comentario tuvo a bien
subrayar que el proyecto que yo proponía lo era de minorías, cuando lo que
necesitamos es, antes bien, uno de mayorías. No diré en modo alguno que el
argumento carece de peso. Pero me permitiré plantear mis disensiones. Cuando se
trata de discutir sobre el perfil de un proyecto de mayorías hay que prestar
atención a dos cuestiones principales: si la primera se refiere a la apuesta
programática que acompañará a tal proyecto, la segunda remite a los mimbres de
los cuales habrá de valerse. Por lo que respecta a la primera de esas
cuestiones, me limitaré a decir que somos muchos los que recelamos —creo que
cargados de buen sentido— de todas aquellas propuestas que no se proponen otra
cosa que encarar la crisis presente o, lo que es lo mismo, y por emplear una
metáfora cronológica, que no aspiran sino a retornar al año 2007. Con el
capitalismo en corrosión terminal y el colapso ecológico a la vuelta de la
esquina, reclamar sin más “una salida social a la crisis” es errar, y
gravemente, el diagnóstico. Creo que las tres instancias que he invocado en el
primer párrafo lo saben a la perfección: lo que necesitamos es salir, y con
urgencia, del capitalismo, no sólo de la crisis.
Lo
de los mimbres organizativos con los que habrá de construirse un proyecto de
mayorías es harina de otro costal. Si los foros, las plataformas y las
constituyentes a los que me he referido al principio se nutren de la savia de
la “izquierda radical” —pónganse los peros que se quieran al término: está
claro, creo, a qué me refiero—, no estaremos hablando, por lo pronto, de ningún
proyecto de mayorías. Si, por el contrario, incorporan a fuerzas de la
izquierda presente en las instituciones, o a los sindicatos mayoritarios, mucho
me temo que caeremos inevitablemente en el atolladero programático que acabo de
mal retratar. Aunque buena parte de la militancia de Izquierda Unida a buen
seguro descree en los hechos del lema oficial que blande la coalición —no es
otro que ese designio de buscar una salida social a la crisis—, la dirección de
IU, encandilada por sus expectativas electorales, no parece dispuesta a ir más
allá. Así lo testimonian por igual que siga practicando —y siga concibiendo
para el futuro— pactos de gobierno, en todas las instancias, con el Partido
Socialista y que mantenga una relación privilegiada con las cúpulas de CCOO y
UGT.
Con
todos los respetos para personas que los merecen, creo que somos muchos los que
no estamos ya para estos juegos. Si el 15-M vio la luz dos años atrás —ésta es,
al menos, mi lectura de los hechos—, fue para decir no, definitivamente, a esas
componendas. Para recordar que tampoco nos representan quienes las
protagonizan.
Fuente: www.tercerainformacion.es
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