jueves, 26 de septiembre de 2013

ANTICORRUPCIÓN NO SABE QUE EL JEFE ES RAJOY

Aníbal Malvar
25 septiembre 2013
El juez Pablo Ruz, a quien tanto admiramos por su velocidad para pedir discos duros, tiene un aliado desde ayer en la Fiscalía Anticorrupcción. Esta excelsa institución democrática ha decidido que no es el momento oportuno para que el locuaz Mariano Rajoy comparezca en el proceso del mudito señor Bárcenas. Disculpen los masoquistas y los oligarcas que le dé tratamiento de señor al señor Bárcenas y no a Rajoy, pero es que el ex tesorero encarcelado me parece mucho más señorial que nuestro presidente de Gobierno.
Para disculparse, elegantemente, de no llamar a declarar a Mariano Rajoy, alega Anticorrupción que todavía no sabe si en la supuesta contabilidad B del PP se pudo haber cometido algún pequeño delito, y que por eso no llama a declarar a Rajoy, que aparece en esa contabilidad. Se conoce que aun no le han dicho, a la Fiscalía Anticorrupción, que el contable de esa contabilidad B del PP apareció una mañana en la cama de un hotel suizo con cincuenta millones de euros menores de edad. Y negros. Los cotilleos del palacio de justicia van despacio, y la Fiscalía Anticorrupción no se enteró, se conoce. Habrá que llamar a la Fiscalía Anticorrupción para contárselo. No sé si usted tendrá por ahí el teléfono. Pero es que a mí lo de los cincuenta millones suizos del contable todopoderoso del PP sí me parece sutil indicio de delito, y no porque haya leído a sir Arthur Conan Doyle. Esta exquisita capacidad de deducción nos viene de genética a los que somos muy de pueblo.
Yo comprendo, a veces, a la justicia, cuando se dice que la declaración de un delincuente tiene poco valor. Ese es el campo semántico en el que está jugando el PP. Y no con poco éxito. Incluso judicial, como se ha visto ayer. El PP nos está hartando con eso de que Bárcenas es un delincuente común. Pues no. Luis Bárcenas no es un delincuente común. Es el jefe de una organización, el tío que más cobraba, el segundo de abordo de una hermandad de benefactores de sí mismos llamados partido político, y no me refiero a ningún partido en particular, por supuesto.
Venga, juez, fiscalía. Poquito de rocanrol, que la honestidad se enfría.
Tiene usted, señor juez, al capo del cotarro en el trullo diciéndole quién es el kíe, y la declaración del kíe es poco oportuna, señor togado. Disculpad, lectores, que utilice este ininteligible trampitán dicharachero, pero no quiero que se me eche encima la ley Gallardón y me manden al trullo por difamar a nadie. Mejor que no me entienda nadie, salvo el juez. Tener encima a la ley, y más a la ley Gallardón, tiene que ser muy poco erótico. Prefiero tener encima a algunas otras muñecas hinchables, como cierto sentido de la decencia y de la profesionalidad, señor juez (lo de señor juez no lo digo por el juez Ruz, conste. Lo digo a modo de cita del Pascual Duarte, ya que cada artículo que escribe cada periodista cada día es la carta de despedida de un condenado a muerte, y de eso va el Pascual Duarte).
Escribiendo este artículo sobre la decisión de esta Fiscalía Anticorrupción, se me ocurre que a lo mejor ese debate tan endogámico que tenemos los periodistas sobre la libertad de prensa se debería haber planteado sobre la libertad de la justicia, que es un pelín más esencial. Se me ocurre que la libertad del viento tiene que ser defendida antes que la libertad del pájaro. Pobre pájaro, si al viento le obligaran a hacer recortes de oxígeno para garantizar la estabilidad de los bancos. O si el viento ayudara, por imposiciones de Berlín, a dar más fuerza a las alas de las aves predadoras para que se comieran más facilmente a los pájaros pequeños. Qué desastre ecológico. Qué desastre, señor juez, si la naturaleza no actuase de igual manera con unos y con otros, como sí hace nuestra justicia española. Yo tampoco veo oportuno llamar a declarar al jefe directo del contable corrupto. Desde los tiempos de Al Capone no está de moda.

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