jueves, 26 de septiembre de 2013

PARA QUE ESPAÑA SEA UN PAÍS SERIO


Arturo González
26 septiembre 2013
¿Es la Constitución una cadena perpetua no revisable, un remar en galeras, las tablas políticas eternas de Moisés? Porque España no será un país serio hasta que se actualice la Constitución. Todo el mundo dice que se puede cambiar, pero nadie insta el cambio.
No podemos vivir más tiempo en la incertidumbre y el desasosiego. Y no solo por la cuestión de Catalunya, para que no se rompa la unidad de España, dicen, sino por todo aquello que produce malestar a los ciudadanos. Tenemos que dilucidar de una vez si los españoles prefieren una monarquía o una república, cerrando así el argumento crítico de que la monarquía, y dentro de ella el Rey actual, fue aprobada de matute y conjuntamente con el pacto constitucional, que no se produjo en verdadera libertad y que ahora la nueva generación, y la vieja, desea clarificar.
Debemos someter a la consideración de los ciudadanos si desean que se mantenga la relación actual con la Iglesia Católica en las subvenciones que se lo otorgan y las concesiones para sus formas de enseñanza.
Debemos consultar a los ciudadanos la nacionalización de las empresas eléctricas para impedir los brutales costes que padecen, sin que ello signifique la socialización del país, sino la posibilidad de aplicación de tal o tales nacionalizaciones que la Constitución permite en artículos hasta ahora inaplicados y por tanto muertos.
Hay que preguntar al pueblo si está conforme con el pacto de estabilidad presupuestaria que los dos partidos hegemónicos firmaron y precipitadamente cambiaron la Constitución para hipotecar España sin consulta alguna al pueblo.
Queremos saber si este sistema capitalista que consagra la Constitución es válido o al menos perfectible para atenuar las injusticias y desigualdades sangrantes.
Queremos saber si los españoles están de acuerdo con los rescates bancarios que se han llevado a cabo y los que todavía puedan llegar.
Es decir, no se puede ignorar a los ciudadanos y es preciso consultarles en referéndum cuantas veces y cuestiones deseen. Porque no es admisible que los partidos políticos lleven en sus programas electorales propuestas difusas, y luego, una vez alcanzado el poder, interpretan y rectifican sus programas ‘ad libitum’ y sin contar ya con la opinión de quienes les votaron. Un partido que llevase con precisión estas cuestiones barrería.
Mientras esto y más no ocurra, seremos un país atrabiliario, chapucero, en remiendo continuo, un país en B en su contabilidad política y ética, un país alanceado por sus políticos miedosos, acomodaticios e irresponsables. Esta Constitución es ya como un medicamento caducado. Su ingesta forzosa y diaria produce efectos adversos.




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