viernes, 31 de enero de 2014

FRACASO ESCOLAR, EMPLEO Y FORMACIÓN PROFESIONAL

La crisis económica ha agudizado el problema de los jóvenes que abandonan los estudios y encuentran serias dificultades para encontrar un empleo, afrontando un horizonte de paro de larga duración, pobreza y exclusión social...
nuevatribuna.es | Por Javier López | 30 Enero 2014 - 19:46 h.
La crisis económica ha agudizado el problema de los jóvenes que abandonan los estudios y encuentran serias dificultades para encontrar un empleo, afrontando un horizonte de paro de larga duración, pobreza y exclusión social.
Las instituciones europeas estiman que el coste económico de mantener esta situación, para la economía europea, supone el 1,25% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Unión Europea. Europa no afronta unida este reto.
Los sistemas educativos europeos son muy dispares. La educación obligatoria acaba en distintos momentos en cada país, entre los 15 y 18 años. Tampoco las estadísticas son equiparables, porque la definición de fracaso y abandono escolar son distintos en cada país. Por no distinguir, no distinguimos, a nivel europeo, ni cuantos abandonos educativos proceden de la formación profesional, o de la general.
Ahora bien, sí conocemos perfectamente que el fracaso escolar es clasista y elige a las clases más desfavorecidas, especialmente a los varones de nivel socioeconómico bajo y que pertenecen a grupos vulnerables como los inmigrantes.
Así las cosas, conviene tomar en cuenta los factores que influyen en el abandono de los jóvenes de la Formación Profesional. Un primer factor es la falta de orientación profesional, que determina que algunos jóvenes comprueben que su elección formativa no era la correcta.
Además, un mercado de trabajo con muchos empleos de baja cualificación, incentiva el abandono prematuro, pese al hecho comprobado de que el paro siempre es mayor cuando la cualificación profesional es baja.
Otro elemento desincentivador para la formación, es el bajo nivel salarial. Tener más formación no significa, en muchos casos, tener mejor salario y, en otras ocasiones, emigrar a otro país, aun con un empleo no cualificado, pero mejor pagado, es otra tentación que trabaja en contra de la permanencia en la Formación Profesional.
Hay países, como Holanda, que registran y siguen el alumnado en proceso de formación, pero no es lo general en Europa. Hay países que han creado programas para gestionar la carrera profesional, que incluyen la oportunidad de adquirir, mejorar, o actualizar competencias clave, combinándolas con prácticas en empresas, orientación personal, convalidación de procesos de aprendizaje formal e informal.
Cada día aparece con más fuerza la idea de que apoyar y ayudar a los jóvenes en la FP, mejorando la información, la orientación, e incorporando breves prácticas profesionales, prestando especial atención a los jóvenes procedentes de colectivos más desfavorecidos, es un instrumento útil para la inserción laboral y para mantener a los jóvenes en la formación.
Otro elemento importante es flexibilizar los procesos de aprendizaje en la FP, estableciendo módulos, cualificaciones parciales, procesos de formación, aprendizaje, prácticas, e inserción laboral. Ofreciendo, en algunos casos, incentivos económicos y financieros para la asistencia y rendimiento del alumnado.
El problema del abandono no depende sólo del alumnado y del sistema de Formación Profesional. Depende también de las actuaciones políticas sobre el mercado laboral, el salario inicial, políticas de reconocimiento de las cualificaciones, o servicios de orientación disponibles. Combatir el fracaso y el abandono en la formación profesional, depende del atractivo que tenga para nuestros jóvenes, con un horizonte despejado de empleo.
Sin descartar la existencia de incentivos de carácter económico, un elemento esencial estriba en una vinculación cada vez mayor entre empresas y centros de formación, implicando a los profesionales de la formación y creando redes y alianzas locales y regionales entre la educación, los empresarios y los sindicatos, los servicios de empleo, los estudiantes, los centros de formación, los trabajadores sociales y las empresas. Todo ello, al servicio de la formación y la inserción laboral de nuestros jóvenes.
Es evidente que la consecución de un puesto de trabajo no va a depender exclusivamente de la formación, pero esa formación debe tener cada vez mayor importancia y reconocimiento, en relación con un marco claro de cualificaciones a nivel nacional.
La formación debe velar por la calidad y la evaluación permanente, con participación de empresarios y trabajadores. Debe permitir el reconocimiento y la convalidación de las cualificaciones adquiridas formal o informalmente, prevenir el abandono y el fracaso de nuestros jóvenes. La formación profesional tiene solución, pero esa solución debe ser compartida y exige un reforzamiento de la negociación colectiva y el diálogo social, por más que las crispaciones que produce la crisis, amenacen las posibilidades de compartir el esfuerzo y afrontar unidos el trabajo que este país necesita.


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