martes, 28 de enero de 2014

LA ZORRA EN EL GALLINERO

Ha sido el primer y más importante fracaso del PP, una derrota política en toda regla
Ha sido el primer y más importante fracaso del PP, una derrota política en toda regla. Y una victoria de las persistentes mareas blancas en defensa de la sanidad pública. La renuncia a ejecutar el proyecto que mejor simboliza el programa de privatizaciones de la agenda neoliberal del Gobierno autonómico de Madrid ha puesto en evidencia las debilidades de una operación que, para tener éxito, debía ser rápida y sin obstáculos jurídicos. Rápida, para evitar un debate público que prometía enconarse si se prolongaba, como así ha sido, y unas movilizaciones que podían poner al descubierto las muchas falacias con que se pretendía justificar la operación, como también ha ocurrido. La primera y más importante, que la privatización de los seis nuevos hospitales era indispensable para garantizar la sostenibilidad del sistema sanitario público, pues iba a producir unos ahorros y unas mejoras en la eficiencia que nunca se demostraron.

En realidad, la operación consistía en facilitar oportunidades de negocio a un sector privado con estrechos vínculos en la Administración del PP, ansioso de poder incrustarse en el sector público y obtener beneficios de lo que, una vez conseguida la concesión, funcionaría como un mercado cautivo. Lo que garantizaba la rentabilidad de las concesiones era que los nuevos hospitales podrían integrarse en la red sanitaria pública de tal manera que pudieran beneficiarse de las sinergias y ventajas de un flujo estable y garantizado de pacientes sin necesidad de asumir las cargas más pesadas. Era una privatización libre de riesgos pues al tratarse de hospitales de nivel medio, podrían derivar los casos más complejos y costosos a los hospitales públicos de alto nivel tecnológico. En realidad se privatizaba la parte más rentable de la sanidad.
La operación consistía en facilitar oportunidades de negocio a un sector privado con vínculos en el PP
La facilidad con la que algunos de los dirigentes políticos que han abanderado la operación han atravesado las puertas giratorias entre la Administración pública y las empresas privadas que optaban a la concesión muestra la impostura del discurso oficial. Visto con perspectiva, algunos nombramientos aparecen ahora bajo la sombra de la sospecha. Conceder a ciertos cargos la gestión del sistema público es como entregarle a la zorra la llave del gallinero.
Pero el afán por resolver de forma rápida y sin miramientos el proceso ha sido a la postre lo que lo ha hecho naufragar. Las irregularidades en el procedimiento han dado lugar a un pleito jurídico que, dados los tiempos de la justicia en España, podía dilatar la operación durante años. Fracasada la burda y descarada maniobra destinada a levantar la suspensión cautelar para imponer la lógica de los hechos consumados, ya solo quedaba tirar la toalla. A las empresas adjudicatarias difícilmente les iba a interesar una operación que de repente había perdido toda seguridad.



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