jueves, 30 de enero de 2014

SINDICALISMO SANITARIO O PRIMERO VINIERON A POR LOS JUDÍOS...

Artículos de Opinión | Manuel Harazem * | 29-01-2014 |


En una tumultuosa asamblea de trabajadores, una de las últimas conjuntas, celebrada en el salón de actos de un hospital andaluz a mediados de los ochenta un acreditado médico pidió la palabra y corrigió chulescamente a los representantes sindicales exigiendo propiedad en el lenguaje porque él, como facultativo, no cobraba por su trabajo salario, sino "honorarios". Aquel provocador era eso, un "provocador", pero a muchos de los que allí asambleábamos nos dio un poco la clave de qué iba la historia en el sindicalismo sanitario. El supuesto "antifranquismo" aglutinante comenzaba a resquebrajarse. Las fuerzas de la reacción estaban a la guay... El tiempo de los gremialismos resucitó de repente para pasmo de los que considerábamos que el barco sindical obrero era lo suficientemente amplio para todos, sin tener en cuenta el aviso de los clásicos, sobre todo la teoría leninista del poder del aristocratismo. En poco tiempo surgieron multitud de sindicatos profesionales que hacían competencia a los de clase. Algunos con intenciones claramente belicosas contra otros profesionales, como el caso del SATSE que nació en Córdoba a mediados de los 80 promovido por un grupo de ultraderechistas vinculado al Colegio Oficial de ATS local del que ya era presidente el gurtélico actual nacional para expulsar del mercado laboral a los técnicos. Después vendrían los sidicatos médicos, de auxiliares, de administrativos, de celadores... Cada uno para su buche y a luchar únicamente por los derechos de los suyos, las más de las veces a costa de derechos ajenos.
Los sindicatos de clase quedaron sin base para coordinar una estrategia unitaria de lucha contra los ataques de la administración. Las amenazas de movilizaciones con que siempre jugaron como baza fundamental resbalaban contra la coriácea piel de la patronal por el imparable decrecimiento en el poder de convocatoria. Fue así como el poder político-en manos de tirios social-liberales o troyanos neoliberales cuya diferencia estribó en el mayor o menor grado de aceleración- al servicio del capital pudo comenzar impunemente su labor de zapa de la sanidad pública.
No están muy lejanos los días en que la lucha contra la privatización de servicios sanitarios (cocina, lavandería, archivos, etc.) no conseguía movilizar más que a los afectados directamente y al cada vez menor núcleo duro concienciado vinculado a los sindicatos de clase. Pero nunca se vio, salvo algún aguerrido elemento muy concienciado, a un enfermero o a un médico concentrados en apoyo de los trabajadores privatizables. Esa no era su guerra.
Ha tenido que ser la amenaza de un ataque frontal y definitivo de los tanques del capitalismo más salvaje aburrido de la guerra de posiciones que iba claramente ganando la que haya conseguido aglutinar a todas las fuerzas laborales y sobre todo a las que tradicionalmente se consideraban a salvo. Cuando les ha tocado a todos y no estoy muy seguro si no ha ocurrido al margen de sindicatos, de clase o profesionales, como un movimiento espontáneo de pánico.
Tal vez lo ocurrido en Madrid pudiera servir de aviso, pero no lo creo. Aparcados momentáneamente los tanques del capital con las cadenas rodantes atascadas en el fango judicial la ofensiva volverá a la guerra de posiciones. Y las fuerzas sindicales de la sanidad pública volverán a comportarse como vienen haciendo desde hace décadas: cada cual en su trincherita independiente tratando sólo de mantener protegidas las parcelas que afectan al grado profesional de sus afiliados.
* Para Tercera Información.




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