jueves, 27 de febrero de 2014

LA POBREZA INFORMATIVA EN ESPAÑA

Publicado en 27 febrero, 2014 por victorjsanz en ECONOMÍA
Por desgracia, en España se habla mucho últimamente de pobreza. Por ejemplo, Save the Cildren lo advierte a primeros de año, según sus cuentas, casi tres millones de niños en España viven en riesgo de pobreza. Esto no significa que esos casi tres millones de niños estén hoy bien, a punto de ser pobres y, tal vez mañana (o nunca) vayan a ser pobres. No, no significa eso, significa que viven en unas condiciones de precariedad sostenida en el tiempo que ya se ha hecho crítica y de la que por desgracia es mucho más fácil salir hacia el fondo de ese precipicio que hacia la superficie. Esta no es más que una de las dimensiones, una de las expresiones de la pobreza, y en absoluto se trata de una expresión completa o fiel a la realidad, en absoluto. Ya que si una familia tiene uno de esos “niños al borde de la pobreza”, es porque la familia entera también está al borde de esa pobreza.
Otra de las dimensiones, de las expresiones del pobreza de la que también se habla mucho últimamente es la pobreza energética, que en España excluye a millones de personas de los mínimos vitales para vivir dignamente. Con toda la gravedad que comporta este tipo, esta expresión de pobreza, que no es poca; no deja de ser más que una antesala de la expresión más desnuda y terrorífica de todas: la pobreza a secas.
Además de la pobreza y de la pobreza energética, la mayoría de los españoles sufre otra pobreza que impide ver la verdadera dimensión de esas pobrezas: es la pobreza informativa. 
La pobreza tiene algo de restricción de la voluntad, la pobreza viene a ser como el estrangulamiento de las oportunidades para elegir otra cosa, la anulación de toda capacidad de decisión. Así como la pobreza energética te impide elegir entre calentarte en invierno o morirte de frío, porque te obliga a morirte de frío; la pobreza a secas te impide elegir entre comer tres veces al día o solo dos o solo una, porque te ves obligado a comer dos, una o ninguna vez al día.
Por si estas situaciones no fueran ya el mismo infierno para millones de personas en España, existe otra pobreza que las agrava aún más si cabe, una pobreza que nos afecta al 90% de los españoles. Es la pobreza informativa, en la que nos vemos sumidos la inmensa mayoría de los españoles y que, en primer término, nos impide elegir entre distintos contenidos informativos. En su lugar, nos permite elegir entre contenidos informativos exactamente iguales y suministrados por medios de comunicación supuestamente distintos; cada uno de esos contenidos informativos es el mismo en todos esos medios porque sus creadores respiran el mismo aire, duermen en la misma cama y utilizan el mismo desodorante.
Y en último término, ‘nos obliga’, con subterfugios, a creer que esa realidad suministrada es la única realidad, a creer que los suministradores de información lo son de toda la información posible, que fuera de ellos no hay nada, acaso el vacío, acaso el caos. Esto se consigue con, entre otras, una técnica de muy sencilla aplicación, como es marcar a un medio determinado con la etiqueta de una ideología determinada con la sola condición de que sea una ideología más o menos popular y lo más extendida posible —tan extendida como esté el pueblo—, pongamos por ejemplo la cadena de TV La Sexta y la etiqueta de izquierdas. Esta técnica de bombardeo clasificatorio y calificatorio de un medio surte su efecto cuando a ese medio se le nutre de contenidos y corrientes de opinión que no son sino cargas de profundidad en el rompeolas que protegía a su audiencia de las arremetidas de las oleadas más monstruosas de manipulación informativa. Viene a ser como un control mental preventivo contra todo posible brote de revolución.
Cada cuál que se deje engañar, moldear y, en definitiva, manipular por el medio que le resulte menos desagradable. Puede hacer eso, o puede rebelarse contra esa pobreza informativa que le tiene sumido en la oscuridad del criterio único, de la opinión única de quien todo lo controla mediante esa cadena en nuestro cuello a la que llamamos dinero.
Víctor J. Sanz


No hay comentarios:

Publicar un comentario