“El hombre es un ser noble para limitarse
a servir de instrumentos a otros”.
José Enrique Centén Martín
07 de junio de 2014
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Con la llamada Transición,
llegó al poder Juan Carlos I, una transición que con el tiempo se puede
considerar una camaleónica involución, elaborada por ideólogos totalitarios
para limpiarse la sangre de la dictadura ejercida durante 40 años, fue la
abstracción en la consecución de su verdadero fin, el sistema Estamental,
(Nobles, Iglesia y pueblo llano), contando con algunos partidos democráticos
(de forma inconsciente) que legalizaron.
Las manifestaciones para un referéndum de elección de
la forma de Estado, está siendo criticado por casi todos los partidos del arco
parlamentario, esos a quien Podemos llamar “La Casta”, y parecen ofenderse, yo
les llamaría otra cosa, pero la Justicia no me comprendería.
Esos que son nuestros representantes, no comprenden que
la verdad no depende de los votos y en este caso la verdad está en la calle.
Parlamentarios junto al gobierno, están actuando al margen de sus votantes,
porque “no es sólo el Estado es el que puede privar de libertad a los
habitantes de un país, sino también determinados individuos especialmente
poderosos, que pueden reducir la soberanía popular. Ahí está el peligro: no los
dictadores, sino en determinadas personas con medios económicos importantes. Como
en nuestro caso.
Por eso, ahora es el momento, claro que sí, “el poder
no puede transmitirse, sino sólo confiarse. Lo que el pueblo ha prestado
momentáneamente a un gobernante siempre puede recuperarlo”. En 1776 una colonia
británica, liderada por un grupo de hombres sacó con esos razonamientos las
pertinentes consecuencias y declaró su derecho a elegir libremente y por sí
mismos su gobierno. Así nació la primera república moderna, los EEUU.
Nuestra historia está marcada por las felonías de los
borbones, muestra de ellas son las siguientes: el 1er Borbón, Felipe V, compró
su reconocimiento entregando Gibraltar y otras posesiones en 1714.
Fernando VII arrebató el poder a su padre Carlos IV en 1808. El enfrentamiento
bipartidista antiborbónico de 1868 provocó la huida de Isabel II, dando
paso Amadeo I como rey, abdicó a los dos años y se proclamó la 1ª República en
1873, abolida por las armas un año después. Retornaron los borbones en la
figura de Alfonso XII (hijo bastardo), en quién abdicó Isabel II en 1870. Con
la muerte de Alfonso XII, y para que reconocieran la monarquía hereditaria en
Alfonso XIII, vendieron Las Salomón al II Reich de Bismark, más otras
concesiones. Alfonso XIII durante su reinado reconoció a la dictadura de Primo
de Rivera como necesaria. En 1931 se proclamó la 2ª República, salvajemente
abolida por Franco.
En la actualidad, Juan Carlos intenta perpetuar la
dinastía en la figura de Felipe VI, siguiendo la filosofía de Maquiavelo, que
realizó un análisis de acción política para la supervivencia en el poder. Pero
los precedentes son inquietantes, el borbón abdicador no reconoció a su padre
biológico como rey, prefirió al dictador y se amamantó de la ubre fascista,
llegando al poder por herencia del padre adoptivo que le instruyó durante 35
años. Su descendiente, ¿qué hará? para que reconozcan la impostura dinástica de
Franco, ¿entregará las Chafarinas y Perejil?, no hay otra cosa, España está
hipotecada por las Multinacionales.
No solo por ello, según “The New York Times”, Juan
Carlos llegó al trono casi sin dinero, y como no hay transparencia de las
cuentas, las redes se hacen eco de su fortuna, estimada en 2 mil millones de
euros, según la prensa extranjera. También es raro sus varios viajes a
los países del Golfo Pérsico, en dos meses recorrió 50.000 Km, y maltrecho,
¿fueron para hacer caja? Aparte de así mismo, una muestra de a quien ha servido
mejor durante su reinado, fueron los ¡Viva el Rey! de los empresarios, incluso
le llegaron a enternecer.
Por todo
ellos las manifestaciones republicanas de los últimos días, es la exigencia al
Parlamento de someter a voto la interpretación de la historia, no debe de creer
en la suficiencia de la mayoría para proclamar su propuesta como verdad, como
si el voto, en lugar de proteger una afirmación, no la hiciera más vulnerable,
porque otra mayoría podría rechazarla.
La ciudadanía le grita “El poder público no tiene derecho a decidir donde reside la verdad”. Condorcet (1743-1794).
La ciudadanía le grita “El poder público no tiene derecho a decidir donde reside la verdad”. Condorcet (1743-1794).
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