domingo, 28 de septiembre de 2014

“ALARDEA DE DARWINISTA Y DE MUJER MODERNA”

María Serrano / 27 sep 2014


Imagen del documental 'Las maestras de la República'.
“Defiende a la derecha pero no es de fiar. Alardea de darwinista. Escéptica en materia religiosa y hace alardes de mujer moderna”. Son algunas de las sumarias descripciones contenidas en los informes para justificar la depuración de los maestros republicanos andaluces al inicio de la dictadura franquista. Diego Caro, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Cádiz, ha documentado en uno de los capítulos del libro colectivo ‘La Memoria de Todos’, que editará la Fundación Alfonso Perales, un retrato de aquella depuración de funcionarios en la Segunda República. Los maestros andaluces de escuela e instituto sufrieron, dentro de la represión general, una especial persecución que llevaría a muchos de ellos a la inhabilitación profesional y a muchos otros a una muerte segura en las tapias y cunetas de los territorios controlados por los rebeldes.
“Tacharon la profesión de maestro de peligrosa y manipuladora en los periódicos de la época”, destaca Caro. Este colectivo portaba la carga ideológica de izquierdas o simplemente republicana que podía transmitirse a las nuevas generaciones, esa carga que la dictadura de Franco quería eliminar de raíz. José María Pemán destacaría, en fecha muy temprana y como objetivo del nuevo ministerio de enseñanza de la dictadura, que todas las sanciones previstas a los enseñantes “tenían un carácter preventivo para la futura causa nacional”.
LAS COMISIONES DEPURADORAS
En el año 36 se crearían las conocidas comisiones depuradoras. Cada una de ellas tenía un ámbito territorial de actuación. Por una parte, se encontraban las dos de alcance nacional: una destinada para el profesorado de la universidad y otra para las escuelas técnicas de ingeniería. Ya en el ámbito provincial, se ubicaba la comisión depuradora para los maestros y profesores de institutos de cada provincia.
Diego Caro explica que “todos los maestros estaban obligados a presentarse ante la comisión depuradora y desde allí pedían informes a la Guardia Civil, al alcalde del pueblo donde estaban ejerciendo, incluso al cura de la parroquia más cercana al centro de enseñanza”. Entre las preguntas más habituales que se hacían desde las comisiones había una primordial y no menos curiosa; que el profesor fuera una “persona de gran solvencia moral” para poder readmitirlo. A partir de las valoraciones subjetivas, el maestro era llamado por la comisión tras redactar un informe que podía resolverse de tres formas: la libre absolución, renovando su cargo de funcionario; el traslado a otra localidad o provincia; y en el peor de los supuestos, la separación definitiva del servicio o la jubilación forzosa del afectado.
Al mismo tiempo que se producía la depuración por parte del aparato franquista, el profesor Caro recuerda que “se asesinaban en la cunetas a centenares de maestros funcionarios y profesores de la universidad cuyo único delito era haber apoyado a un partido republicano o por formar parte de organismos del Gobierno legítimo de la República”. La cifras concretas de los maestros fusilados en Andalucía son desconocidas, aunque sí se sabe que el 19% de aquellos maestros fueron inhabilitados de su cargo en este período y aquellos que pudieron continuar, tuvieron que hacerlo con informes periódicos de conducta para no caer en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Una de las normas promulgadas en diciembre del 36 señalaba la vigilancia para estos profesores que podían forjar “generaciones incrédulas y anárquicas” en medio de aquella dictadura fría y gris que no los haría libres.
PERSECUCIÓN DE CONDUCTAS
La profesora Yolanda Blasco destaca en un estudio publicado por la Fundación Largo Caballero, titulado ‘La depuración de funcionarios bajo la dictadura franquista’, que estas comisiones no trataban de juzgar en ningún caso “delitos tipificados; se trataba más bien una persecución de las conductas que buscaba averiguar las ideas y convicciones de los funcionarios”.
La historia del maestro Juan Pérez Creus resulta significativa dentro de este estudio, ya que pertenecía a la generación jóvenes de maestros de la República. Con tan solo 19 años fue destinado como profesor de enseñanza primaria a La Línea de la Concepción (Cádiz). Cuando comenzó la guerra se refugiaría en Gibraltar y formaría parte de las filas del ejército republicano. Tras ser depurado por una comisión provincial, la única salida para Creus en medio de la dictadura fue ejercer como docente para los cuerpos de Examen del Estado en Madrid sin poder pertenecer al cuerpo de funcionarios. No pudo volver a ocupar el aula, ni dar clases en los pupitres de primaria hasta 1977. Se jubilaría dos años más tarde.
Caro señala que, no obstante, estos “ejemplos de profesores depurados en el año 36 y recuperados eran muy escasos, aunque al apartarlos de la profesión tan jóvenes les dio tiempo a ejercer después con la llegada de  la democracia”



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