domingo, 25 de enero de 2015

DE GANAR 10.000 EUROS A LA SEMANA A DORMIR EN UN AEROPUERTO



  • Ferran fue un tiburón inmobiliario sobrado de aleta caudal que montaba fiestas salvajes
  • Esta es la crónica de un subidón fulgurante y el relato de una lenta caída.
Ferran, antiguo inmobiliario, en Barcelona. JOSÉ AYMÁ
PEDRO SIMÓN Barcelona
Actualizado: 25/01/2015 18:43 horas

Movía maletines llenos de billetes ordenados en fajos, llegó a ganar 10.000 euros a la semana, fue un tiburón inmobiliario sobrado de aleta caudal y montaba fiestas salvajes donde amanecías vestido con la ropa de otro. O de otra.
No es que Ferran Pla haya vivido por encima de sus posibilidades. Es que lo ha hecho muy por encima: exactamente a 38.000 pies de altura. Aquellos días en que todo se le hacía poco y decidía irse con los amigos a Nueva York, Roma o a París. A tomar la última.
Su historia es bien conocida en los albergues de Barcelona, donde forma parte del nutrido imaginario de personajes míticos y donde la crisis ha alumbrado una nueva tipología de pobres. Tipos que llegan con traje pero sin nada más. Tipos que no encajan. Tipos que piensan que ellos no deberían estar allí.
Por algo le llamaban el Señorito en el año y medio que ha vivido dentro. Por algo hay detalles que es mejor obviar. Por algo nos pide una cosa: que le compremos una cajetilla de tabaco de las baratas. El pasado miércoles. Cuando hace no demasiado tiempo podría haberse encendido un Cohiba de los caros, echarnos el humo a los ojos y tirarlo a la mitad.
"Entonces era muy fácil ganar dinero en el mundo inmobiliario. Porque se compraba todo lo que se edificaba. Todo se vendía. Sé de gente que fue al banco a pedir 175.000 euros y salió con 250.000... Yo valía para ese negocio. Me di cuenta. Había trabajado en Matesa. Después estuve en Colombia. Hasta que en 1994 me llamaron para venir a una de las empresas más fuertes del sector. Para vender casas. Ya te digo, yo valía para eso, vaya que si valía».
Esta es la crónica de un subidón fulgurante y el relato de una lenta caída. Nos interesa poco la historia del joven que trabajaba como dependiente de Almacenes Capitol para pagarse los estudios de ingeniería técnica. Nos interesa mucho esa otra, la del barcelonés maduro que tocó el cielo en la era del ladrillo y aterrizó al cabo del tiempo sin nada en El Prat. En 2012. Con 100 euros en el bolsillo como todo capital, una cartera y una corbata. Arruinado. Para quedarse a vivir en el aeropuerto.
"En la época de las vacas gordas hacíamos cosas ilegales como cobrarle al comprador de la casa un 6% de comisión, algo que era ilegal. Yo movía maletines llenos de billetes, con millones de pesetas. Vivía en el barrio de Salamanca. Era alguien importante en Tecnocasa. Había semanas que me sacaba 10.000 euros... Mi perdición fue la coca (había días que me metía 10 gramos), el alcohol y el buen yantar. A lo mejor me daba el punto y me iba a cenar a Nueva York, Estambul o por ahí. Con chicas. Nunca menos de dos".
A Ferran Pla eso de irse a la mierda debió de ocurrirle más o menos en torno a 2006. Está escrito que aquel año Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia, que moría Rocío Jurado, que entraba en vigor la ley antitabaco. Pero muy poco de cómo los ferranes se iban a la mierda.
"Fue poco a poco. No pasas de la noche a la mañana de ganar 10.000 euros a la semana a quedarte sin nada, no. Es poco a poco. La cosa iba a peor. La gente dejó de comprar. En 2012 ya había vendido todo, los muebles, la televisión, el ordenador... Para pagar las deudas que tenía. No me quedaba nada. Así que dejé Madrid para regresar a Barcelona".
En la película La terminal, Tom Hanks interpreta el papel de Viktor Navorski, un ciudadano de una antigua república soviética que se ve atrapado en el aeropuerto neoyorquino de JFK durante años. En el de remake del barcelonés, Ferran Pla estuvo ocho días.
"Como no tenía dónde ir, decidí quedarme en El Prat. Porque la estación de Sants cierra por la noche y es mucho más insegura. Era diciembre y fuera llovía. Allí en el aeropuerto estaba bajo techo, protegido. Cuando me gasté el último de los 100 euros que llevaba, me tuve que buscar la vida. Para comer robaba sándwiches del bar. Me afeitaba con las maquinillas que cogía de la tienda. Me aseaba en el baño de los discapacitados, porque había más espacio y me apañaba mejor. Lavaba los calzoncillos a mano en el lavabo. Caminaba. Me sentaba. Dormía en los sofás de la cafetería... Cuando venían los seguratas a la T-1, yo me iba a la T-2. Cuando iban a la T-2, yo me iba a la T-1. Y allí me veías siempre con mi maleta y mi corbata. Aunque estaba sin un duro, era un señor".
Hablamos con frío. En esta casa de la calle Provençals donde el Ayuntamiento de la ciudad le paga a Ferran el alquiler de una habitación hace frío. También te provoca frío su dormitorio. Frío saber que en diciembre se le acabó la renta de 426 euros que cobraba. Frío que al comedor social al que acude vayan familias que aún no están rotas. Los tres albergues que describe. Las fotos antiguas. Este derrumbe.
-¿Y no me podéis dar algo?
-Tomamos un café, si quieres.
"La vida es una mierda. No tengo ni un euro para comer pero creo que lo peor ya ha pasado. A los albergues no quiero volver a ir porque el ambiente es muy jodido, lleno de pringaos. Es como entrar en una película de Fellini donde los personajes tienen la cara desencajada... Cada vez hay gente más jodida, cada vez están más llenos los albergues, cada vez hay más españoles que se han ido a la mierda... Un día, allí dentro, me hice una pregunta importante: '¿Pero qué hago yo aquí?'. Y con el tiempo encontré la respuesta: 'Si estoy aquí dentro es porque soy igual que ellos'".





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